A Tribuna

Los viajes de Alfonso XIII a Ourense

photo_camera Foto Casado 1906. La infanta en la catedral de Ourense. Archivo BNE.
Hacía la friolera de veintitrés años que Alfonso XIII no emprendía una gira por las tierras del Miño; en concreto, desde 1904.

Él, tal vez… pero, en general, pocos podían suponer, viendo la acogida que le daban las distintas villas y ciudades de Galicia a la familia real, que aquel viaje regio de 1927, pudiese ser el último que hiciese Alfonso XIII por el territorio gallego. El rey, en compañía de su esposa Victoria Eugenia, por cada lugar que pasaba era aclamado en olor de multitudes. Los que fruncían el ceño, observaban. Los demás, vibraban exultantes de emoción con los soberanos; sobre todo, en la ciudad de las Burgas.

No era de extrañar. Hacía la friolera de veintitrés años que Alfonso XIII no emprendía una gira por las tierras del Miño; en concreto, desde 1904. Por entonces, todavía no había cumplido dieciocho primaveras. Además, aquel primer contacto relámpago con Ourense, dos años más tarde de acceder al trono, había estado condicionado por asuntos de Estado. Ahora, sin embargo, en las postrimerías de la segunda década del siglo XX, la visita real respondía más bien a una operación de marketing monárquico. Estaba en juego el crisol de la Monarquía. Aun así, en ambas ocasiones la ciudadanía disfrutó como nunca de aquellos espléndidos eventos. Incluso el nerviosismo de un acto tan protocolario se palpó en el ambiente; especialmente en la visita realizada en 1927. El corrillo de autoridades, comentaba que, en algún rincón de Galicia, había saltado un rumor, fundado o infundado, que había sido motivo de chascarrillo. Se decía que, con fina ironía, un edil le había agradecido al monarca su visita haciéndole saber que, hasta su llegada desde Fernando el Santo ningún otro rey había tenido el coraje de honrarlos con su presencia.

Foto 1927 de revista Domecq de Galicia. Reyes en la Plaza Mayor de Ourense. Archivo BNE.

Con independencia de este tipo de anécdotas, Alfonso XIII era uno de los pocos monarcas al que la fatalidad le había concedido el privilegio de haber nacido rey. Ciertamente, el ser hijo póstumo de Alfonso XII le había marcado, sin ningún género de dudas, su trayectoria política, al menos, al inicio del reinado. Su madre, Mª Cristina, y su tía, la infanta Isabel, en todo momento, estuvieron presentes en sus primeros compromisos político-sociales. Fue, justamente, su progenitora quien lo acompañó en el periplo de 1904 por Galicia. Luego, en 1906, su tía, heredera del humor borbónico, reproduce la agenda que había seguido su sobrino en la capital de las Burgas.

 

Foto Villar 1927. Calle Progreso. Esperando el paso de los reyes. Archivo BNE.

Todavía su rumoreaba sobre los amoríos del joven rey, cuando, por telegrama, se anunciaba desde Madrid que Alfonso XIII pondría rumbo a Galicia. Desde ese instante, no se dejaba nada al azar… Era vox populi que aquella “tournée” no era tal. Era más bien una tapadera. Estaba condicionada, se quisiese o no, por la entrevista que tenían en Vigo el monarca español y el káiser, Guillermo II. Eso sí, la prensa, con sus comentarios, había generado gran expectación. Unos achacaban el encuentro a la posible relación de Alfonso XIII con una princesa alemana; otros pensaban que se trataba de una visita de recreo o, como mucho, de un acto de cortesía. Pero, al final, la realidad se imponía. El problema de Marruecos estaba en la agenda de la reunión. Y, a pesar de querer aparentar espontaneidad, estaba claro que aquel itinerario se había preparado minuciosamente.

Tren especial

El rey viajaba en un tren especial. El 15 de marzo de 1904 hacía su entrada en la estación de ferrocarril de Canedo, a primera hora de la mañana. Lo recibían protocolariamente el vicepresidente del Congreso, Cortezo; los exministros Bugallal y Cobián, y otras autoridades, junto a 97 alcaldes de distintos municipios de la provincia. Desde allí, con la comitiva, comenzó el recorrido. Pasó por la calle Progreso, por la plaza de la Constitución o por la de Tetuán, hasta llegar a la Catedral. Bajo palio entraba en la basílica en donde se entonaba el “Te Deum”. Luego, en el Centro provincial de Instrucción Pública recibió a los alcaldes. A las tres de la tarde puso rumbo a Vigo. En cada estación en la que la locomotora regia hacía un alto, como en Ribadavia, Arbo, Guillarey o Redondela, los ediles arropados por los vecinos vitoreaban al monarca. Sorprendentemente, a la misma hora en que el rey partía hacia la ciudad olívica, dos años más tarde, llegaba a Ourense la infanta Isabel. Hacía su propia “tournée” por los mismos lugares que había visitado su sobrino; incluso con un programa similar. Custodiada por la escolta y acompañada por su servicio, por su secretario Coello y por la duquesa de Nájera, recorría en el coche de Isidoro Temes la capital. Visitó las Burgas, el Instituto, la Catedral y el Ayuntamiento, donde degustó, según cuentan las crónicas, las pavías del Ribeiro.

Casi un cuarto de siglo después, en 1927, el monarca visitaba, por segunda vez en viaje oficial, Galicia. En esta ocasión, iniciaba el recorrido en compañía de su esposa en Ferrol y lo finalizaba aquí, en Ourense. Deseaba enseñarle a la reina consorte las Burgas. Luego fueron espectadores de excepción, en el Jardín de Posío, de la Fiesta Gallega. Disfrutaron, atónitos, con las voces del orfeón Unión Orensana, del coro Os Enxebres o de la coral De Ruada, y, también, con el sonido dulce, a la vez que melancólico, del dúo de gaita interpretado por el abogado ribadaviense, Emilio Sánchez y Faustino Santalices, secretario del Gobierno Civil… A Alfonso XIII, este viaje, aún le hacía albergar esperanzas… Pero era tarde. La monarquía ya tenía fecha de caducidad.

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