Víctor Amoeiro: “Apagar Canadá es como pedir a Phelps que nade el Pacífico”

“Extinguir un fuego en Canadá es como soltar a Michael Phelps en el Pacífico, aunque sea el mejor nadador del mundo el espacio es inabarcable”, así identifica Víctor Amoeiro, de la Brif Laza, el panorama con el que se encontró en el país americano. El bombero se trasladó a Quebec hace un mes junto a compañeros de toda España para ayudar a sofocar los más de 500 incendios activos. Sin embargo, pese a su arduo trabajo, las llamas siguen avanzando en un territorio inabarcable. Hasta el momento, ya se contabilizan ocho millones de hectáreas arrasadas, casi tres veces la extensión de Galicia. El panorama, igual que la forma de trabajar nada tiene que ver con los que Amoeiro acostumbra: “Es totalmente diferente. Mientras te estás mojando los pies, estás apagando un fuego. Hay agua, maleza y arde”, señala. Allí, el suelo está enraizado y no se puede cavar -como para hacer un cortafuegos-. Únicamente, pueden abrirse paso en determinadas zonas empleando una motosierra. Incendios 10 años activos “Aquí si llueve el incendio se extingue, allí hay un fuego activo desde 2013”, indica. Es tanta la inmensidad de terreno (Canadá conforma un gran pulmón verde) que ni siquiera los ataques directos sobre el fuego sirven para apagarlos. “Los pueden hacer con las focas (avionetas) en incendios que todavía no han crecido”, explica Amoeiro. En caso de que las llamas se hayan propagado, solo queda retener y tratar de impedir que avance. “Cuando avanzan en perímetros de, por ejemplo, 60 kilómetros poco podemos hacer. Con los aviones podemos atacar cerca de un kilómetro”, relata el bombero. Un bombero de la Brif, cortando raíces con una motosierra en suelo canadiense. Durante la expedición, trataron de sofocar algunos puntos calientes. Cada día, la tarea les llevaba horas por la longitud a la que se enfrentaban: “Nos subíamos en un coche durante dos horas para llegar a una helipista y, de cuatro en cuatro, volábamos a un lago para coger agua y tratábamos de apuntar, pero tampoco estaba muy clara la línea entre lo verde y lo negro”, dice Amoeiro. Por otra parte, además del inabarcable perímetro, juegan en contra del fuego las condiciones climatológicas del país. La nieve del invierno seca la tierra y la hace más proclive a arder. Además, los rayos prenden con facilidad la vegetación, muy opaca. Eso, sumado a que no llovió durante dos meses, dejó el peor escenario posible para los canadienses. El escenario, totalmente distópico, unió de inmediato a los bomberos internacionales que aplicaron la forma de trabajar de Canadá. “Fue una experiencia muy enriquecedora para todos. Aprendí mucho y es algo que podremos trasladar aquí, aunque Galicia no es un territorio en el que se puedan dar las mismas circunstancias”, indica Amoeiro.