Inmanencia y transcendencia

photo_camera El budismo, mas como una psicologia de la consciencia, que como una religión

Reconozco que a pesar de todo lo escrito hasta ahora, todo lo más que habré hecho es secundar y repetir a mi manera lo que ya otros mas sabios que yo han intentado comunicar. Como dijo Salomón : “Nada nuevo debajo del sol”. Sin embargo los que como yo mismo nos hemos sacrificado, con una constante practica espiritual toda la vida, creo que nunca dejaremos de escribir sobre lo mismo, con distintos matices, aunque el fondo sea el mismo.

Hemos dejado atrás tanto sufrimiento, que hacemos nuestras las palabras de Jesucristo: ”Misericordia quiero y no sacrificio”. Seguramente es por eso que seguimos, contra toda esperanza, tratando de paliar el sufrimiento y encontrar la paz del espiritu, como la mejor manera de ser feliz. Segun el Budismo la “Ignorancia básica” que todos padecemos y que nos hace distorsionar la verdadera realidad, es la causa fundamental de nuestro sufrimiento. Por eso yo veo el budismo, más como una psicología de la consciencia, que como una religión. Esta distorsión de la consciencia, nos lleva a querer llenar el vacío de nuestra existencia, con todo tipo de cosas externas a nosotros mismos, y puede que eventualmente lo logren, pero más tarde o más temprano nos resultan perecederas e inútiles y de nuevo hay que ir en pos de cosas nuevas para satisfacernos, y así de nuevo nos cargamos con ilusión hasta que de nuevo venga la desilusión y el sufrimiento. He dicho anteriormente “contra toda esperanza”, y es que en el budismo se considera que el tener esperanza sigue siendo un deseo del ego, por eso que sin esperanza pero sin miedo alguno, sería la actitud ideal para llegar a la realización.

De todos modos y para el comienzo del largo camino de la realización, siempre va ser mejor algún tipo de estrategia que transcienda ambos extremos, como una religión, o cualquier otro método de búsqueda espiritual, que pueda intentar romper de alguna manera este círculo vicioso de la dualidad, que nos caracteriza a los humanos, pero no hay que olvidar al mismo tiempo la inmanencia del Ser. Al final las estrategias también resultan insuficientes, si no brilla la luz de lo inmanente, de la intuición, de cual es nuestro verdadero Ser, antes ahora y siempre.

Lo inmanente, en este contexto, hace referencia a aquello que todos llevamos dentro de alguna manera, pero que pocas veces tenemos ocasión de reconocer y menos aún si no lo intentamos. Es el brillo de la luz, que nos da el testigo interior de nuestra más profunda consciencia, que está mas allá de las palabras y del conocimiento lógico. Es en el vacío mental del no pensamiento, o sea es en el estado de meditación auténtica, cuando de este vacío mental puede surgir el “Vacío Luminoso” que todo lo llena, y donde el pequeño yo encuentra su verdadero Ser. Normalmente el meditante, al igual que se dice en el “Libro tibetano de los muertos”, cuando sobrviene la muerte, cuando a través de la práctica continua se aproxima a ese estado sublime de “despertar”, lejos de aparecer ese estado maravilloso de “Vacío luminoso”, lo que siente es la tremenda tensión del esfuerzo, que él pretende que sea sin esfuerzo, y que igual que poco antes de amanecer la oscuridad es mayor aún, el meditante se repliega, en vez de mantenerse en esa mayor oscuridad, y no deja ser panetrado por el verdadero Vacío Luminoso. De todas formas, para el que sigue el camino de lo inmanente, solamente corre el riesgo de conceptualizar a Dios a su manera o incluso a su medida, y el que solo se deja llevar por por lo transcendente el peligro está en que caiga en la abstracción en vez de la absorción en el vacío auténtico. Así pues, ni transcendencia sin inmanencia ni ésta sin aquella.

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