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La siesta

Una persona duerme la siesta.
photo_camera Una persona duerme la siesta.

El descanso poscomida es beneficioso para la salud, y hay datos que lo confirman

A veces cuesta un poco acostumbrarse de nuevo a las rutinas. Después de un verano en el que los quehaceres laborales no conllevan una escala en concreto, ahora, con el comienzo del curso escolar en el comedor del colegio, estoy echando en falta algo muy importante para mi, la SIESTA.

La vuelta de las vacaciones es complicada. Pasas de no tener que preocuparte por acostarte temprano, madrugar y no tener una rutina, a dejar de ver esa serie en la nocturnidad para dormir temprano, madrugar con el canto de los gallos y trabajar con ahínco para desempeñar lo mejor posible las aptitudes necesarias para tu puesto laboral.

Tengo la suerte de tener una jornada continua, de la que salgo con celeridad y alegría para reunirme con mi mujer y coger el testigo (llamado Noah), y así poder conciliar una vida laboral y personal. Pero, cuando me dan las seis o siete de la tarde, mi cuerpo y mi cabeza comienzan a colapsar, y es ahí cuando me doy cuenta de lo mucho que echo de menos a veces ese picotazo de media hora que me mandaba a las 3 de la tarde con Noah en verano.

La siesta es algo necesario. Habrá gente que no la necesite, pero creo poder hablar en nombre de mucha gente que no perdona esos momentos post comida en la que uno pierde la consciencia para volver a renacer de las cenizas cual ave Fénix.

El término de la siesta, aunque parezca un “invento” español, proviene del latín de la hora sexta romana, que era al mediodía, cuando hacía más calor y los romanos la combatían resguardándose y durmiendo. Más tarde en la Edad Media, la orden monástica de San Benito (s. XI), incluía entre sus normas la de acostarse en silencio durante la hora sexta (entre las 14:00 y 15:00).

Pues bien, después de esta introducción, cruzando lo personal y lo histórico, os voy a comentar diferentes datos científicos con los que refutar a los posibles negaciosiestas.

Lo primero y más importante, es realizar una siesta corta, que no exceda los 25-30 minutos. Intentando que sea en la quinta o sexta hora después de levantarse y después de comer, buscando un sitio cómodo, con una luz baja y con una mantica con la que aplacar el enfriamiento corporal.

La siesta puede ayudar a disminuir el riesgo de los accidentes vasculares. En el año 2019, la revista Heart publicó un estudio dirigido por la doctora Nadine Häusler del Departamento de Medicina del Hospital Universitario de Lausana y por José Haba-Rubio del Centro de Investigación e Investigación sobre el Sueño (CIRS) del Hospital Universitario de Lausana. En él tras investigar a 3.400 personas de edades entre 35 y 75 años durante un periodo de 5 años determinaron que las personas que dormían la siesta entre 5 minutos y una hora al menos un par de veces a la semana eran un 48% menos propensos a sufrir un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular o insuficiencia cardíaca.

Aumenta el rendimiento porque ayuda a tu cerebro a retomar fuerzas. Ese tiempo que piensas que estás perdiendo lo recuperarás estando más activo el resto del día. La NASA, hizo un estudio entre pilotos y astronautas en los que determino que una siesta de 30 minutos ayudaba a mejorar sus rendimientos en una media del 34%, favoreciendo su estado de alerta.

También nos ayudará a reducir la fatiga. Sea por el motivo que sea (trabajo pesado, mal descanso nocturno...etc). Es un periodo extra de descanso que permite que nuestro cuerpo se relaje y libere de las tensiones con lo que al levantarte te sentirás mucho mejor.

Mejora nuestro estado de ánimo. Yo me vuelvo un poco gruñón y lento de reflejos cuando estoy cansado. Pues un “picotazo” de 30 minutos nos ayudará a relajarnos, liberar tensiones y a recuperar un poco de alegría.

Cuando hemos descansado bien tenemos mayor capacidad para concentrarnos en tareas complicadas o poco atractivas. Pues la siesta nos ayudará a concentrarnos en lo que queda del día. He leído que hay estudios que se centran en los aportes de las siestas sobre la creatividad, pues está regida por el hemisferio derecho del cerebro el cual puede experimentar un aporte inconsciente al lograr que nos relajemos.

Estos párrafos no dejan de ser información para que cada uno la adapte a sus circunstancias. Por otra parte, la siesta puede ser perjudicial si no se realiza con rigor. Por ejemplo, una siesta de varias horas nos puede dejar atolondrados y desorientados por un periodo prolongado. O a personas que les cuesta conciliar el sueño, la siesta puede interferir en lograr la tan ansiada recuperación nocturna.

Mi conclusión es que escuchemos a nuestro cuerpo y, si realmente necesitamos la siesta, es una herramienta más para lograr el bienestar.

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