Parece que hoy día está de moda hablar de meditación, como un tema más que puede ser útil, llevándolo a la práctica, para variadas funciones de la vida diaria, que derivan en una mejor armonía y mantenimiento de las energías psicofísicas. Por mi parte, que llevo realizando esta práctica diariamente durante toda una vida, tengo que decir que no solo estoy de acuerdo con esa moda, si no que además la meditación puede llegar a mucho más de lo que se dice o se piensa corrientemente. Ahora bien:
En primer lugar, la meditación, para los que ya constituye el centro de nuestras vidas, no es un tema más del que poder hablar o que se pueda explicar, por la sencilla razón de que meditar genuinamente, es estar en un estado de conciencia que se sitúa más allá de la mente, por lo tanto, si no hay mente o está diluida en ese estado de conciencia por una continua práctica consumada, no se trata de un tema más sobre el que se pueda intelectualizar nada, porque es de naturaleza transracional.
En segundo lugar, para poder alcanzar beneficios psicofisiológicos o de otro tipo, hay que tener muy claro, desde el principio, que la palabra meditación en Oriente,tiene un significado completamente distinto al que representa la raíz latina meditatio, de reflexión profunda en Occidente. Por el contrario, la meditación en Oriente, utilizada por los monjes para alcanzar la iluminación fundamentalmente, tiene el significado que le da la raíz sánscrita de Dhyana, que tiene el significado de "No pensamiento". Por lo tanto, todo principiante en este terreno haría bien, ante todo, en decir : Voy a intentar meditar, porque meditar genuinamente, así sin más, mientras no pasen unos cuantos años intentándolo todos los días, y con un buen instructor es prácticamente imposible.
En tercer lugar, la meditación auténtica ha de ser muchotoku, que significa "sin fin ni espíritu de provecho", por lo que toda búsqueda de beneficios personales queda excluida. Otra cosa muy distinta es que, para las personas que llevan a cabo la meditación genuina diariamente y durante bastante tiempo, suelan aparecer cambios progresivamente, tanto en su conducta como en su actitud interna ante la vida, así como un buen aumento de sus capacidades normales, gracias a un cambio cuantitativo en su nivel de conciencia. Incluso este cambio puede ser también cualitativo, cuando se llega a lo que conocemos como "el despertar", que no es aún la iluminación propiamente dicha, pero sí tiene algo de la misma.
Por todo esto y sobre todo por mi propia experiencia, he llegado a la conclusión de que la verdadera meditación, para los que somos practicantes permanentes, ha de realizarse desinteresadamente, aunque constantemente y, sobre todo, alejándose de la “máscara” de prepotencia de la propia personalidad, y de la “coraza defensiva”del carácter.
En otras palabras, quiero decir que hay que ser como somos y no como nos gustaría ser. Casi todo el mundo busca “algo mas” como si le faltara algo para sentirse completo. Pues bien, meditar, realmente, es sentirse completo, libre por lo tanto de deseos inútiles que nos perturben la mente, por muy idealistas que sean.
Es normal que los iniciados en la meditación al poco tiempo de práctica sientan cierta aparente transformación y les parezca que ya ven la realidad de otra manera, como si hubiesen despertado a una mayor consciencia. Si no disponen de un guía adecuado es muy fácil caer en un engreimiento personal, dándole masajes el ego, que es todo lo contrario a la verdadera meditación. Por el contrario, si el iniciado supera esa etapa, lo cual normalmente requiere años de práctica continuada, puede que alcance a ser como realmente es en plena consciencia.
Un monje zen lo resumía con esta frase : “Antes las montañas eran las montañas, después las montañas no eran las montañas y por último las montañas volvieron a ser las montañas”. Lo más importante es que hay una coletilla que dice "pero estas últimas ya no eran como las primeras".
