Un inmigrante salvadoreño en Nueva York, al que habían reducido las horas de trabajo en una imprenta por la crisis económica, ya no tendrá que preocuparse por eso porque es el único ganador de un premio de 26 millones de dólares de la lotería. A Isabel Antonio Zelaya, de 46 años y residente en Wyandanch (Long Island, Nueva York), donde trabajaba en un turno de noche, no le preocupó comprar un boleto de la Mega Million un viernes 13, que para muchos es un día de mala suerte.
Como ha hecho durante el último año, cuando salió por la mañana de su trabajo como laminador acudió a la bodega del dominicano Segundo Peralta, donde gastó tres dólares en el juego de la Mega. 'Tenía el presentimiento de que me la iba a ganar', dijo Zelaya en declaraciones publicadas hoy en periódico hispano de Nueva York 'El Diario/la Prensa'. El nuevo millonario que emigró de su país hace 25 años con sólo 50 dólares en el bolsillo, dejó el pasado lunes su trabajo en la imprenta 'Coral Graphics' donde había trabajado durante diez años. 'Le pido a Dios que cuando me eleve, me baje otra vez', afirmó Zelaya, quien sufrió los mismos problemas de miles de inmigrantes que salen de su país en busca de mejor vida.
El 15 de diciembre de 1983 salió de El Salvador y llegó a la ciudad de Los Angeles, en California, el 22 de enero de 1984. Allí tuvo que dormir en cementerios y en lugares que jamás habría imaginado, señala el rotativo neoyorquino en su edición de hoy.
A principios de ese año se trasladó a Nueva York, donde trabajó durante 16 años en una tienda y en los últimos 10 años en la imprenta, en la que hace un mes le habían reducido de doce a ocho horas la jornada de trabajo debido a la crisis económica.
Zelaya, que vive con su esposa Bertila, una hija de 14 años y un hijo de nueve, quiere usar su dinero para comprar una casa, pagar la educación de sus hijos, poner un restaurante a su hermana, viajar a Europa y no se olvida de su país, donde quiere ayudar a los niños con el virus del sida, según indicó a 'El Diario/la Prensa'.
También tuvo un consejo para todos los inmigrantes: 'que no vengan a este país a perderse en el alcohol y las drogas. Que luchen por sus sueños'.
El 15 de diciembre de 1983 salió de El Salvador y llegó a la ciudad de Los Angeles, en California, el 22 de enero de 1984. Allí tuvo que dormir en cementerios y en lugares que jamás habría imaginado, señala el rotativo neoyorquino en su edición de hoy.
A principios de ese año se trasladó a Nueva York, donde trabajó durante 16 años en una tienda y en los últimos 10 años en la imprenta, en la que hace un mes le habían reducido de doce a ocho horas la jornada de trabajo debido a la crisis económica.
Zelaya, que vive con su esposa Bertila, una hija de 14 años y un hijo de nueve, quiere usar su dinero para comprar una casa, pagar la educación de sus hijos, poner un restaurante a su hermana, viajar a Europa y no se olvida de su país, donde quiere ayudar a los niños con el virus del sida, según indicó a 'El Diario/la Prensa'.
También tuvo un consejo para todos los inmigrantes: 'que no vengan a este país a perderse en el alcohol y las drogas. Que luchen por sus sueños'.
