COSTUMBRISMO

Nuestros veranos míticos, entre bicis, abuelas y campamentos

FIS08. RHODA (GRECIA), 29/07/2015.- Un grupo de jóvenes pesca en la playa de Rhoda (Grecia) hoy, miércoles 29 de julio de 2015. EFE/FILIP SINGER
photo_camera La playa, otro de los lugares más recordados de las infancias de los ourensanos. (EFE)

Si echamos la vista atrás, recordamos esos lugares, personas o planes presentes en los veranos de nuestra infancia

Si echamos la vista atrás diez, veinte, treinta o cuarenta años, acabaremos recordándonos -mejor o peor- cuando todavía éramos niños disfrutando de las vacaciones en la playa o en el pueblo.

Lugares, personas y planes de los veranos que están presentes en la memoria de los vecinos de la ciudad. Aunque unos los disfrutaron más que otros. Veranos que van desde "el pueblo de mi padre, aburridísimo, porque no teníamos con quién jugar", recuerda Laura Gutiérrez, hasta "con mis primos en la aldea, refrescándonos con mangueras y andando en bici" cuenta Ariana Martínez, o "la playa de Ortigueira, con bañador y chubasquero. Llovía y hacía frío, pero nos daba igual", señala Henar Maciñeira.

Comidas y meriendas también son especialmente recordadas. "El bocadillo de jamón en Soutelo de camino a Cangas", "la merienda después de la piscina", "la tarta de chocolate de mi abuela que solo sabía a Sansón" o "las dos horas de digestión para bañarme, que no acababan nunca".

La familia también es recordada, sobre todo los abuelos, primos y amigos que desaparecían del mapa cada septiembre para volver en julio del año siguiente: "Mi pandilla del cámping, que todavía conservo, nos conocemos desde niños", destaca Laura Caeiro, o "ir a casa de mis tíos y pasarme el verano jugando con mis primos, que viven fuera", comenta Andrea Taboada.

Otros se quedan con detalles más concretos de los veranos de su infancia. Como "la telenovela después de comer", "ir a Vigo en barco cuando empezaban las rebajas en El Corte Inglés", "el cine de verano en Cartagena con mis hermanos", "ver el Grand Prix y Noche de Fiesta" o "las Lágrimas de San Lorenzo, tapados con mantas en las hamacas de la piscina".

Por supuesto, los ourensanos también hablan de los campamentos, a los que entraban "llorando para luego no querer marcharse", los cuadernos Santillana, las primeras salidas nocturnas por aldeas o pueblos costeros, los amores de verano, las cartas o las ganas que, inexplicablemente, todos teníamos de volver al colegio a finales de agosto.

Te puede interesar