El guineano que se siente más gallego que nadie

Manoliño Nguema es el nombre de un artista multidisciplinar guineano que se siente más gallego que nadie. Formó parte de la Ciudad de los Muchachos y regresó a su tierra natal con los valores de Benposta por bandera. Considerado en Guinea como referente cultural del país, la historia de su vida queda recogida en un documental que lleva su mismo nombre. Para darle forma, todo un equipo de profesionales que se involucraron también personalmente bajo la coordinación de Antonio Grunfeld. Un documental que nos muestra la cara más positiva de la migración. ¿Cómo surgió rodar “Manoliño Nguema”? La guionista Rocío Cadahía, mi pareja, y yo, vivíamos en Bata, la segunda ciudad de Guinea Ecuatorial. En un viaje a Malabo, su capital, conocí a un grupo de jóvenes que tenían una asociación de cine y, por encima de todo querían rodar y hacer algún proyecto audiovisual. Habían conseguido un poco de dinero e iban a grabar un corto y me eligieron para realizar la dirección de fotografía. Así que me recogieron en una furgoneta atestada de material para realizar el rodaje y llena de gente. En una parada se sube Manoliño, aunque en aquel momento se presentó como Marcelo, su verdadero nombre, y se sienta a mi lado. Empezamos a hablar y me pregunta de donde soy. Le digo que de Alicante, pero adoptado por Galicia, y me responde que también él es gallego. Entonces le digo que si es gallego de verdad, debería conocer el himno. Me responde con un “Home non!” y los dos nos ponemos a cantar el Himno de Galicia en mitad de África central. Así nos conocimos y, durante los días de rodaje, fui conociendo su vida y su paso por Benposta, la Ciudad de los Muchachos y el circo. Al regresar a casa, tanto Rocío como yo teníamos claro que queríamos hacer un documental con su vida. ¿Cómo se desarrolló la grabación? Conocimos a Marcelo, Manoliño, en 2012, y desde la idea inicial hasta el estreno pasaron siete años. En un principio nos dedicamos a conocer a fondo a Marcelo mediante entrevistas para definir lo qué queríamos recoger en el documental, y a buscar financiación. Nos llegó una pequeña partida a través de Agadic que decidimos invertir en gastos de viaje y que ningún miembro del equipo cobrase. Todos se lo tomaron como una apuesta personal y profesional, y se entregaron a la causa para sacar adelante el documental. Grabamos un mes en Guinea y otro en Galicia. Aquí también aprovechamos para preparar una obra de teatro, “Ngoan Ntangan. Dos mundos que se tocan”, que acabó siendo representando en Santiago y recogió el Premio del Espectador en la Miteu, Mostra Internacional de Teatro Universitario de Ourense. Pero, ¿quién es Manoliño Nguema? Manoliño Nguema es el pseudónimo que utilizó Marcelo Ndong para eludir los años más duros de la dictadura de Obiang Nguema. A través de ese nombre, “Manoliño”, que representa su lado gallego –él siempre dice que se siente más gallego que otra cosa-, y Nguema, su parte guineana, podía escribir, actuar y seguir diciendo lo que pensaba evitando la dictadura del país africano. Eso en cuanto al nombre. Por otra parte Manoliño es un soñador de alma joven. Cuéntenos la trayectoria humana de Manoliño. Surge de la idea del Padre Silva de que, siguiendo el modelo de Benposta existiesen muchas réplicas de ciudades de los muchachos. Manoliño no vio claro replicar una Ciudad de los Muchachos en Guinea, pero sí decidió volver ya que consideró que sería más útil en su país. Había estudiado enfermería, además de lo aprendido en Benposta y montó un pequeño Centro Cultural en su tierra, algo muy novedoso para una cultura tan cerrada. Con el tiempo, alrededor de los años 80 y 90, lo “fichan” de Cooperación Española en Malabo y monta la primera escuela de circo del país, alcanzando un notable éxito. Cientos de niños con gran potencial se forman con él. De ahí, nace también la primera escuela de teatro de Guinea. Marcelo se ha consolidado como padre y abuelo artístico de generaciones de artistas, ya que la primera promoción de estudiantes, forma a la segunda. Fue el motor del desarrollo cultural del país. Hoy en día es respetado por los alumnos y, aunque no tenga cargo ministerial, sí está considerado una autoridad cultural en el país. En la actualidad, ¿qué hace el protagonista del documental? Al terminar el rodaje en Guinea, uno de los hijos de Marcelo se puso muy enfermo y consiguió sacar a su hijo in extremis para que lo tratasen en Madrid. De eso hace tres años y se puede decir que logró “obrar un milagro”. Desde entonces vive en la Ciudad de los Muchachos de Leganés, que también él ayudó a montar con el tío Alberto, mano derecha del Padre Silva, y desde donde sigue el tratamiento de su hijo. Así es como, a los 65 años, después de dar vueltas y vueltas, Marcelo vuelve a dar otro giro a su vida y regresa a vivir Madrid para dedicarse al teatro, a escribir y a la Ciudad de los Muchachos. ¿Qué es para usted la Ciudad de los Muchachos? Me parece un maravilloso experimento. Fue un milagro que se pudiese crear algo así en pleno franquismo. Enseñando los valores, el Padre Silva estaba muy acertado. A raíz de convivir tanto con Marcelo, los valores que te enseña de humildad, de generar agricultura sin necesitar más, de que el ser humano sea libre porque se puede dedicar a cualquier cosa con sus propias manos, que no necesitemos tanto de ayuda exterior, ni dependamos de cosas exteriores para vivir, que la educación de los niños sea la base de la sociedad son aspectos en los que el proyecto estaba muy muy acertado. A partir de ahí, que la ejecución o la evolución con los años no fuese la acertada, es distinto. Era muy complicado. Pero, insisto, en cuanto a valores, ojalá existiesen más ciudades de los muchachos por todo el mundo. Este documental recibió varios premios, ¿qué suponen estos reconocimientos? “Manoliño Ngnema” es una apuesta no solo mía, sino de un gran equipo de profesionales que se volcaron en el proyecto. Todos creíamos que era una historia que merecía la pena ser contada y queríamos hacerlo junto para poder reflejar lo que realmente queríamos. Así que cuando acabamos todo, y vemos que empezamos a recibir premios, lo primero, es que nos damos cuenta de que la apuesta era acertada. Todo el trabajo que hicimos en el documental sirvió de ventana a nuestro esfuerzo y talento. Para mí también implican un espaldarazo a todo el equipo, decirles “no os engañé cuando os metí en esto”. Realmente había una historia, y cada nombre que participó en el resultado final, desarrolló plenamente todo su talento. Yo me límite a coordinar a unos grandes profesionales. Se podría definir este documental como un alegato positivo a la migración. Ese es el principal mensaje. Ahora mismo se está criminalizando la migración para buscar un enemigo en común, ensalzar los nacionalismos y para que ciertos partidos se lleven más votos. Así que creo que es necesario contar historias de migración positivas, que emocionen, para que la gente vea este proceso como un acto natural, que ha pasado a lo largo de toda la historia. Que la gente se de cuenta de que abriendo las puertas de tu país a cualquier migrante, educándole y formándole, con el tiempo, esa persona va a volver a su país como hizo Marcelo y, una sola persona puede convertirse en motor de desarrollo cultural. Tenemos que aferrarnos a todo lo positivo que tiene ese intercambio cultural. ¿Cómo cambio este trabajo sus vidas? Te puedo asegurar que cambió la vida de todos los integrantes del equipo. Fueron muchos cambios, estados anímicos, líos… A Marcelo le sirvió para ordenar su vida, que nunca se había parado a hacerlo, y también para sacarlo de un estado de rutina un tanto nociva en la que se había instalado y ahora vuelve a ser el Marcelo que le gusta ser: artista, maestro. A mí me enseñó muchísimas cosas a nivel profesional, como lo importante que es rodearse de un equipo de confianza y cuidarlo. Y a nivel personal, aprendí de esa humildad de Marcelo, de que, pase lo que pase, hay que saber mantenerse humilde, colaborativo y solidario. ¿Hay algún proyecto en el que esté trabajando actualmente? En Galicia trabajo con Agareso, Asociación Gallega de Comunicación para el Cambio Social, con la que estoy grabando pequeño vídeos con migrantes que “falan galego”, que se han integrado profundamente en la cultura gallega y que han adoptado nuestra lengua. Lo realizamos para sacar los estigmas que tiene la gente del migrante rumano, africano, marroquí… mostrar que hay una gran diversidad, y recordar como los mismos gallegos fueron migrantes hasta no hace mucho. La gente viene a trabajar y a buscar un futuro mejor para sus hijos. Y lo estamos mostrando con el idioma gallego como hilo conductor. Alicantino, pero gallego de adopción, ¿qué le gusta de esta tierra? “Gústanme moitas cousas de Galicia. Xa aprendín galego, aínda que me resultou complicado. A súa xente é marabillosa. Certo é que costa entrar, gañar a confianza da xente, pero certo é que unha vez o fas, é intensa e para sempre. A comida, por suposto. Cando viaxo, xa penso que a comida nunca vai ser tan boa como en Galicia (risas). A paisaxe, a súa natureza exuberante. Así que estou encantado!”