La faringe o, como se le conoce popularmente, garganta es un conducto muscular en forma de tubo que conecta la cavidad bucal con el esófago y las fosas nasales con la laringe. Es decir, se encarga de comunicar el sistema respiratorio con el digestivo.
Es el conducto que viene justo después de la boca y que une la respiración que recibimos por la nariz así como el aire que recibimos por la boca y está comunicada con el oído por la trompa de Eustaquio. Este conducto mide unos 10 centímetros de largo y contiene unas paredes que están formadas por músculos llenos de una mucosa húmeda.
En la faringe se halla el velo del paladar (paladar blando) que es la parte de la boca que separa la cavidad bucal de las fosas nasales. Su techo es cóncavo y se relaciona con la base del cráneo.
Funciones de la faringe
Función digestiva de la faringe: cuando comemos, introducimos el alimento por la boca, donde lo masticamos y, después, con la lengua los empujamos hacia la faringe, conducto donde el alimento ya triturado puede continuar su proceso en el organismo hasta llegar al estómago. En la faringe se llevan a cabo contracciones musculares que permitirán que el alimento continúe su curso y pueda llegar hasta el esófago y estómago. Las contracciones también evitan que los alimentos entren en la tráquea y, por tanto, se cuelen al árbol respiratorio, esta función la realizará junto con la epiglotis.
La epiglotis: es una lengüeta o ‘tapa’ cartilaginosa que se extiende por delante y por encima de la entrada de la laringe. Hace un papel importante en la deglución, impidiendo el paso de alimentos o líquidos a la tráquea y los pulmones. La epiglotis tiene la función de cerrar la laringe y las cuerdas vocales se unen.
Función respiratoria de la faringe: mediante la nariz y la boca podemos tragar aire, ambos conductos llegan a la faringe que se encarga de enviarlo a la tráquea y, esta, llevarlo hasta los pulmones. Las paredes de la faringe están recubiertas con una mucosidad, esto es porque se adapta a lo que reciba (si es alimento o aire) y, dependiendo de esto, activa una función u otra. Así pues, cualquier afección que tenga lugar en la faringe (infecciones, enfermedades, etc.) puede producir tanto problemas respiratorios como digestivos. Una de las enfermedades más comunes de esta parte del cuerpo es la faringitis.
Otras funciones de la faringe
Pero, además de estos aspectos básicos, la faringe también está involucrada en otros procesos corporales como es la vocalización o la presión en el oído medio.
La faringe y la vocalización: las personas podemos emitir sonidos gracias a las cuerdas vocales y, este proceso, se conoce con el nombre de vocalización. Para que esto sea posible, es necesario que el aire que inhalamos en el exterior pase a través de la faringe y la laringe para que las cuerdas vocales que hay en la laringe puedan vibrar y producir el sonido que emitimos cuando hablamos.
La faringe y la presión en el oído medio: el oído medio es parte del aparato respiratorio superior, ya que está conectado con la zona posterior de la nariz a través de un pequeño conducto llamado trompa de Eustaquio. La función de ese conducto es ayudar a que la presión que existe dentro del oído sea igual a la que existe en el ambiente exterior, para ayudar de esa manera a transmitir el sonido que llega del exterior. Es por este motivo que, cuando sufrimos alguna afección en esta zona, podemos experimentar dolor de oído, no oír bien (el efecto de oídos tapados) o sentirnos mareados. En la parte posterior de la boca, a ambos lados de la faringe, se encuentran situadas las amígdalas. Las amígdalas son unas masas de un tejido linfoide, que cumplen una función defensiva frente a los gérmenes. Cuando se inflaman se produce lo que se conoce como amigdalitis, vulgarmente denominada anginas.
