Escola de Familias

Las rabietas infantiles, ¿qué son?

photo_camera La doctora Olga Fernández nos da unos consejos acerca de como gestionar las rabietas en los pequeños.
Las rabietas son muy comunes en los más pequeños, pero, ¿por qué se producen? ¿Qué no deben hacer los padres?

¿Qué son las rabietas?

Las rabietas son conductas normales del desarrollo del niño. Es una forma inmadura de expresar angustia, malestar y enfado. A menudo, los niños tienen rabietas cuando se sienten frustrados consigo mismos.

El niño no tiene el lenguaje tan desarrollado como para expresar lo que quiere y tampoco sabe todavía cómo manejar el enfado o la frustración que está sintiendo de forma tan intensa.

Lo más importante es que los padres entiendan que ese niño es incapaz de controlar sus emociones.

¿A qué edad aparecen las rabietas y por qué?

Las rabietas aparecen alrededor de los 18 meses, cuando se desarrolla el yo y el deseo de independencia y autonomía. Tienen limitación en el lenguaje y se expresan con dificultad. Son frecuentes entre los 18 meses y los cuatro años, principalmente entre los 2-3 años (edad del egocentrismo, del “todo es mío”).

Puede ocurrir que persistan más allá de los cuatro años y que los padres no logren controlarlas. El pediatra valorará si hay algo más y necesita el apoyo de un psicólogo infantil.

¿Por qué se producen?

La rabieta es una situación de descarga de tensión que dura solo unos minutos.

Aparece cuando les desbordan sus emociones y no son capaces de controlarlas. Hay una gran carga de frustración, miedo y ansiedad, y crea tanta tensión que solo una explosión puede liberarlo.

La acumulación de tensión puede ser  lenta y progresiva. Otras veces el berrinche se presenta de una forma rápida e inesperada.

Pueden estar frustrados porque no consiguen algo o porque sus padres no entienden lo que ellos quieren expresar.

Las rabietas tienden a aumentar cuando el pequeño se encuentra cansado, hambriento, tiene sueño o  está enfermo.

¿Cuál es la rabieta más típica entre los niños?

Es el llanto para conseguir algo. El niño se tira al suelo, grita, no escucha, no razona… El niño quiere algo que no le dan y empieza a llorar con todas sus fuerzas. Lo mejor es analizar si realmente necesita eso que pide o es solo un capricho.

¿Qué hacer si una rabieta se intensifica?

Recordar que el niño no tiene el control sobre su emoción ni sobre su conducta.

Retira a tu hijo de la situación que la provoca  y deja que se le pase. Sigue estos pasos:

1. Elige un lugar para dejar que exprese la rabieta. Sienta a tu hijo en un lugar aburrido y seguro y espera a que se calme.

2. Mantente firme hasta el final. Si tu hijo comienza a deambular antes de que se le pase la rabieta, llévalo de nuevo al lugar elegido. No respondas a nada de lo que diga mientras dure el tiempo de espera.

3. ¿Cuándo terminar el tiempo de espera? Deja pasar un minuto por cada año de la edad de tu hijo.

Cuando tu hijo se haya calmado, explícale su conducta y después  vuelve a tus actividades.

¿Qué no debes decir o hacer a un niño durante una rabieta?

Acepta su emoción. Si dices “no grites”, “no llores”, no lo va a entender. Estas frases, aunque dichas con buena intención, anulan las emociones de los niños. El poder de la palabra es muy importante para validar la emoción.

Gritarles no es una buena opción. La violencia  verbal tiende a hacer que los niños se pongan más furiosos y desafiantes, porque se añadirá el miedo a su emoción. Si se retraen ante un grito, es por miedo, no por haber aprendido a controlar sus sentimientos.

No reprimir el enfado del niño. La rabia es una emoción, y cómo tal es válida y positiva. Lo que tendrá que manejar es la conducta cuando está enfadado.

Todos nos enfadamos, adultos y niños. Tenemos derecho a que las cosas nos enfaden y nos molesten.

No ‘chantajear’ emocionalmente al niño cuando se enfada. Las típicas frases de ‘si te enfadas así nadie te va a querer’, lejos de lograr nuestro objetivo de que el niño cambie su conducta, puede hacer al niño inseguro y sumiso.

Si cuando una persona adulta nos dice que está triste o nos dice que está enfadada, le gritamos, pues podría tener el mismo sin sentido gritarle a un niño que está expresando sus emociones.

Educar con el ejemplo. Si los padres se enfadan y gritan cada vez que el niño hace algo que no gusta, el niño aprenderá de esa conducta. Es mejor sostener una conversación firme, con amor y desde la calma, en la que los padres den una buena razón para decir “no”.

Calmar berrinches no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Todo es cuestión de enfrentarnos a nuestros hijos con amor y disciplina, estrategias y mucha paciencia.

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