Creo que a todos nos ha pasado hacer alguna pregunta y, nada más terminar de hacerla, darte cuenta de que no está muy bien formulada. Pero es que yo creo que el problema no es de las personas que las hacen, sino del que las tiene que responder, porque tenemos que reconocer que hay cabezas muy calenturientas y malpensadas. Por eso es muy importante ir con cuidado o saber reaccionar a las caras de la gente cuando vemos que su gesto es de sorpresa ante nuestra pregunta. Por ejemplo, ayer en la carnicería le dije al carnicero: “sé que está muy feo lo que te voy a decir pero ¿sigues sin rabo?”. La pregunta venía ya con una introducción a modo de perdón, porque la semana anterior ya habíamos tenido la misma conversación, y lo tenía, pero no de toro, ternera o vaca.
Yo he sido un profesional en hacer cuestiones poco acertadas, del estilo de preguntar a una vecina si estaba embarazada … NO …… (los primeros puntos suspensivos los pongo para escenificar el tiempo que tardó ella en responder y los segundos, yo en tragar).
También recuerdo hace unos años, no muchos, entrar en un bar y decirle a la camarera:
- Buenos días, cuando usted pueda me pone un agua con gas y un pincho de tortilla.
- En seguida se lo llevo -respondió ella-.
- ¿Está caliente? –pregunté mientras dejaba el plato en la mesa-.
- Sí -dijo ella con firmeza-.
Cuando metí el primer trozo de tortilla en la boca, me di cuenta de que estaba fría … (estos no los voy a explicar).
Imagino situaciones complicadas en profesiones antiguas. Pienso en la típica conversación del butanero, con la mujer que ha pedido una bombona, cuando al llegar a la puerta le dice “¿la dejo fuera o se la meto hasta dentro?” Visualizo también su respuesta: “no se preocupe que eso ya lo hace mi marido”.
Por eso, si hoy los queridos "Payasos de la Tele" gritaran su famoso "¿Cómo están ustedes?" podrían encontrarse con alguna respuesta que no esperan, como el montaje que corre por Internet donde un niño responde: "del coronavirus, hasta los cojones".
