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Mi primera vez

Equipo Urdaneta
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Todos tenemos recuerdos de la primera vez que hicimos algo, y seguro que al rememorarlos nos invadirán diferentes tipos de sentimientos. Algunas veces sonreiremos, otras nos darán hasta escalofríos y los habrá en los que al entrar en su recuerdo tardemos mucho en salir, porque no podamos o simplemente no queramos. Por supuesto que también habrá emociones tan dispares que nos lleven al llanto o a la carcajada y casos tan raros que nos evocarán sabores y olores.


Yo recuerdo la primera vez que jugué un partido oficial de baloncesto, estaba en 5º EGB y me habían elegido en las pruebas que hacía el club deportivo de mi colegio, URDANETA. Supongo que cogerían a todo el mundo y desconozco si hubo algún niño que se quedase fuera. El hecho es que fui seleccionado y, después de hacer la pretemporada, comenzábamos la liga en casa ante el Maristas, campeón de liga a la postre. Lo que mejor recuerdo de ese día no es el resultado (perdimos 20-50), ni si jugué bien o mal – no creo que Netflix me haga un documental-, mi memoria se va al momento en el vestuario en que nos dicen que no ha llegado la ropa, que tenemos que jugar con la camiseta verde del cole y que nos pongamos en fila para que nos pinten en la espalda el número con … ¡TIZA! Corrí y empujé a todo el mundo porque quería el 4, que era el número de Brabender y en esa época era el primer dorsal que había. También tengo grabado, en la mente y en la espalda, cuando el entrenador lo dibujó, creo que me desvió la columna para que quedara bien marcado.


Otro recuerdo imborrable es el del primer día de lluvia, en mi primer año en Madrid. Fue un día de instituto. Me puse mis katiuskas amarillas marca EYA – tendencia en cualquier niño bien de Las Arenas – y bajé andando los quince minutos que me llevaba desde mi casa. ¿Sabéis esa sensación de un adolescente que cree que está haciendo el ridículo porque NADIE lleva algo parecido? Pues ese era yo … Hasta me puse la mochila delante de los pies en clase, pero seguía notando la mirada de la gente con cara de "¿qué mierda lleva el nuevo en los pies?" A media mañana salí de clase y me fui corriendo a casa para cambiarme el calzado y guardarlo en una caja y no volver a usar en la vida unas katiuskas.


Moraleja: Lo importante de la lluvia no es que moje, ni de la tiza que pinte, sino lo que sientes tú cuando pasa.

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