ACTIVIDADES DE VERANO

La hípica vence al calor en O Mundil

photo_camera En la prueba de enganche, la que puso el cierre a los dos días de competiciones, se exhibieron los ejemplares más poderosos de la Festa en un recorrido que exigió lo máximo de jinetes y monturas.

Más de medio centenar de caballos y jinetes hicieron las delicias de aficionados llegados de toda Galicia ayer en la Festa do Cabalo en Outomuro, convertida ya en la referencia del mundo ecuestre en la provincia.

Es julio y hace calor en O Mundil. Mucho calor. Demasiado calor para los caballos, que se protegen a la sombra entre los pinos; demasiado calor también para la gente, que alarga la sobremesa bajo unos toldos que sudan.

La gente escucha educadamente el discurso de Jaime, el alma de todo esto, enfundado en una camiseta de bandera, toro y, bien grande, hecho en España.

O Mundil es un pedazo de tierra recuperado al monte, una loma entre pinares que esconden el Arnoia, allá abajo, un centro hípico improbable en un lugar inesperado. Todo gracias a Jaime y a su gente, que el año que viene cumplirán veinte organizando la Festa do Cabalo. 

Ayer, a las cuatro de la tarde, O Mundil era una parrilla. "Este ano hai menos xente, pero eu xa veño cedo para coller esta sombriña, que despois todo el sol", advertía un vecino mientras los jinetes de la prueba de enganche recorrían a pie el circuito y miembros de la organización regaban con insistencia la pista de doma. En el pinar  adyacente se protegían caballos y caballeros. Había carrocerías de empresas recreativas, de hípicas, hasta de carruajes de boda. La prueba de enganche, que ponía el broche a dos jornadas de competición, permitió ver a poderosos ejemplares de caballo andaluz (la pura raza española) capaces de realizar sin tacha el complicado circuito, junto a los más ligeros de pura raza galega -una pareja, Silverio y Sarita- tan fuera de juego como si estuvieran camino del Rocío. 

O Mundil, su centro hípico, es como un pedazo de Jerez trasplantado a los pinares sobre el Arnoia, tan lejos. Con la misma calor -al menos ayer- y la misma pasión equina. 

Fuera por el calor o porque se estiró la sobremesa, la cosa se retrasó y a media tarde los organizadores empezaron a meter prisa a los caballistas -"prescindan del saludo", indicaba el jefe de pista-. Hubo que aligerar, porque el polvo amenazaba con echar a la gente y faltaba por llegar lo mejor: la exhibición de Diamante y su joven jinete a ritmo de guitarra española.

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