Opinión

Aquellas 38 botellas de sidra

Hace hoy diez días estaba programada una magna concentración de escanciadores de sidra en la gijonesa playa llamada de Poniente. Calculaban reunir no menos de ocho mil y pico escanciadores con objeto de batir el anterior récord; es decir, que si podían llegarían a los nueve mil.

Una vez, en una espicha, que es como los astures le dicen al acto que en gallego denominamos abillar, los ahora difuntos Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Casares Mouriño y este muy mal escanciador de sidra que les escribe, vaciamos treinta y ocho botas del dorado zumo. Salimos por nuestro propio pie, así que es de imaginar que lo que dejamos de ingerir y desparramamos por el suelo fue muy superior a lo bebido. Un autentico despilfarro equivalente al que se avecinaba cuando estas líneas estaban siendo iniciadas.

Cómo habrá quedado la playa de Poniente después del evento no es difícil de imaginar siendo como son los astures de limpios y ordenados. Ni una botella al mar. Ningún naufragio. Nada habrá que reprochar a la ciudadanía. Pero, con la sidra que a estas horas sin duda ya habrá regado la arena, imaginémonos las consecuencias que se habrán podido derivar.

La cantidad de sidra que habrán podido derramar los ocho mil y no sé cuántos cientos de aficionados al difícil arte de escanciar es mejor no imaginársela. Piensen ustedes en los efluvios que aún deben señorear la playa de Poniente a estas alturas Los últimos bañistas del verano estarán oliendo a sidra con tan solo haberse rebozado un poco en la arena, húmeda después del masivo derroche de sidra derramada por tanto escanciador inexperto y, en caso de que esté cayendo un sol de justicia propio de estos días últimos del verano, si algún ocurrente les echa encima un poco de ajo y perejil cuando se estén torrando no dejará de haber quien pretenda darles un bocado al confundirlos con navajas a la plancha.

Pues bien, piensen ustedes lo que sería un descorche masivo de vino del Ribeiro. Diez mil botellitas agasajadas a diez mil voluntarios, llegados con la idea de bajarse una botella gratis, la sana intención de batir un record y poder salir de allí cantando por lo bajo. Diez mil ciudadanos dispuestos a descorchar al mismo tiempo, provistos cada uno de ellos de su botella y de su sacacorchos, de su cunca de loza blanca y de un cuarto de empanada para ayudar a que no se les suba el vino al ir mediada la botella, constituirían sin duda un magnifico ejemplo de solidaridad y cooperativismo bien entendido. El alaricano campo del Arnado, aprovechando el día de la empanada y una posible traslación de la Festa do Boi, podría servir de idóneo lugar para la celebración y humildemente se propone.

No sería mala idea tal convocatoria y cualquier motivo nos serviría de disculpa; por ejemplo, de no cuajar la idea del Arnado, podría servir la celebración de estar saliendo de la crisis o la inauguración del aparcamiento del nuevo hospital vigués que lleva el nombre de Álvaro Cunqueiro. Cualquier cosa nos valdría. Incluso se podría celebrar en la compostelana Ciudad de la Cultura, que dicen de Galicia, ya son ganas, aprovechando el evento para que cada uno de los bebedores-descorchadores-degustadores de ribeiro fuesen armados caballeros de pico y pala, provistos de cada uno de un arbolito de forma que, a la vuelta de los años, con motivo de los magostos, fuesen aprovechados los frutos que depara la llegada del otoño para regarlos con tinto del Ribeiro descorchando otras diez mil botellas para celebrar la vida de tal modo, una y otra vez, año tras año.

Puestos a desbarrar son posibles tres o cuatro ideas más de semejante envergadura. Bien se ve que aquel espíritu que animó a Fraga a batir récords, andando en automóvil más kilómetros que nadie, siendo más puntual que cualquier otro de forma tan intensa y en tal medida que muchas de sus inauguraciones terminaron antes de la hora prevista para su comienzo. Todo ello, récords como el de sentirse envuelto y arropado por los sones de más gaitas que nadie en este mundo, diez mil gaiteiriños tocándosela al recién investido presidente, se nos ofrece ahora corregido y aumentado por este tipo de catarsis colectiva de forma que, desde las fiestas saturnales que celebraban los romanos, no se había visto ni imaginado nada igual, excepción hecha de las hazañas del difunto Fraga.

¡Aquello si que era batir records! En su primera conversación con Fidel Castro incluso le ganó por goleada al comandante supremo de la revolución cubana cuando, dando un puñetazo en la mesa, zanjó la cuestión que entre los dos se había planteado. Sucedió así cuando Don Manuel afirmó que uno de Vilalba, en las fiestas de San Froilán en Lugo, se murió al empezar a comer la ración de pulpo que alcanzaba la número setenta y dos de las hasta entonces ingeridas. No hay como las conversaciones serias entre ilustres mandatarios.

Así que aquí les dejo la idea planteada, el reto establecido, el libro Guinness de los Récords esperándonos. ¿Ocho mil y pico, nueve mil o incluso diez mil escanciadores de sidrina? ¡Eso no es nada! Hablemos de cosas serias y pongámonos a beber las quince mil botellas de ribeiro que deben componer la cosecha entera de Emilio Rojo o incluso la totalidad de las de Casal de Armán que fue el vino que trasegó Benedicto equis-uve-palito cuando vino a Compostela y que es de suponer que contará con la bendición papal e incluso con una par de cientos de días de indulgencias.

¿Se acuerdan ustedes de las indulgencias? Pueden llegar a ser muy útiles en estos tiempos pecadores que vivimos. Son aplicables a las ingestas alcohólicas, sean de vino o de sidrina. También a los artículos de finales de verano e incluso a las noticias de los telediarios, cuando hablan de los logros del gobierno, y pueden llegar a matar de risa a más de cien mil televisionarios. Pero un día es un día y un peso bien se gasta.

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