Opinión

Maneras de abrir las ostras

Supongo que se acordarán ustedes de aquello que afirmaba Salvador Dalí cada vez que se refería a Pablo Picasso. Solía decir: “Picasso es comunista” para añadir acto seguido y con absoluta seriedad: “Yo tampoco”. Pues bien, por empezar de algún modo, supongo que ustedes habrán visto el pasado domingo la entrevista que Jordi Évole le hizo a Mariano Rajoy, el incombustible. Yo tampoco.

Mientras no veía ni escuchaba la entrevista que les digo, mi mujer atendía más a la pantalla de su teléfono móvil que a la del televisor y que a mi mismo que no sé qué tendrá la pantalla de su móvil que yo no tenga. En fin, que de cuando en cuando, me transmitía alguna de las valoraciones que la gente amiga de colgar ocurrencias en Twiter iba dejando caer para general conocimiento y común regocijo.

De todos ellos me interesó sobremanera el comentario de Julia Otero en el que afirmaba, más o menos pues escribo de memoria, que ningún otro periodista se hubiera atrevido a formularle al presidente del gobierno en funciones las preguntas que Don Jordi le estaba formulando. Lo creo muy posible y cierto. Aunque dudo mucho que ella no lo hubiera hecho. Tampoco dudo que, por mucho que haya sido educada en Cataluña, dado los genes que ostenta, de los que ignoro si alardea, pero de los que no dudo que asoman dos de cada tres veces en las que ella habla, ella, hubiese acabado por meter en vereda las respuestas que Don Mariano le fue dando al señor Évole ya veremos hasta que punto.

Ahora, de mañana lunar, lunes se llama así en honor y celebración de quién ya ustedes saben, me pongo a escribir sobre el asunto sin mayor reflexión que la que me provocó el comentario de Doña Julia uniendo la tal reflexión al hecho de que, dadas las respuestas del señor presidente en funciones, cualquier otro periodista, ella misma, le hubiese cambiado el tercio y lo hubiese dejado a los pies de los caballos. Para mi tengo, que el ínclito prócer de Pontevedra, se comió con patatas, más bien diría que con cachelos, al intrépido preguntante.

Mi difunto padre cuando quería meterse conmigo y lo que él no llamaba mi tenacidad, sino otra cosa, solía decirme que yo era capaz de abrir las ostras por persuasión. No diré yo lo mismo del todavía en funciones jefe del gobierno de España. Pero sí me atreveré a afirmar que es capaz de hacer lo mismo por contumacia, tenacidad e incluso por aburrimiento –Rajoy hace bostezar a las ostras- por repetición de los razonamientos (o así) utilizados en la respuesta-comodín que utilizó –sin que le pasase nada- todo a lo largo de la larga hora que empleó en atender y despachar al periodista catalán. Lo hizo manteniendo con él un duelo que, en el mejor de los casos, quedó establecido entre el seny catalán y el sentidiño gallego. Un coñazo.

Sobre quien se llevó el gato al agua opine cada uno de los lectores lo que considere oportuno, pero con independencia de que me guste o no me guste el resultado, que no me gusta, creo que el político laminó al periodista. Lo dejo exhausto y le ganó a los puntos. Lástima.

Alrededor de ese mismo encuentro se produjo la declaración de Alberto Núñez Feijoo confirmando que optará a un tercer mandato al frente del Gobierno gallego. Dado que de momento no tiene contrincantes definidos, ni se vislumbran candidatos que puedan ofrecerle excesiva resistencia, me atreveré a decir que, considerada en el aspecto público, su decisión me alegra; al tiempo que si la valoro en el ámbito privado, me entristece que haya desaprovechado así la oportunidad de disfrutar de un envejecer tranquilo. Exactamente al revés de lo que me sucede con el otro de nuestros paisanos del que empezamos hablando. Ya va mereciendo un descanso y el demorado ejercicio de sus funciones del Registro.

Lamentablemente Feijoo, o dicho de otro modo, Galicia, no cuenta en estos momentos (a no ser que permanezcan ocultos y al acecho) con líderes de otras formaciones políticas que, siendo necesarios, puedan ofrecer las mínimas e imprescindibles garantías a los electores que han de votar de nuevo en este mismo año. Feijoo ha gobernado en medio de la crisis y, seamos justos, no lo ha hecho del todo mal pese a las limitaciones presupuestarias con las que se ha visto forzado a hacerlo. Besteiro, el líder del PSdeG-PSOE ha sido borrado de un plumazo, nunca mejor expresado, y a Beiras solo le falta empenacharse con plumas para llamar la atención y hacer que continúe el circo; es decir, se va a sacrificar de nuevo y con esta ya irán siete… inmolaciones.

Lamentablemente y por otro lado, el conjunto de España sí cuenta con líderes políticos, de una y otra adscripción ideológica, capaces de ilusionar al personal o al menos de hacerle concebir las mínimas esperanzas necesarias; líderes a los que, sinceramente así lo creo, la entrevista de Évole ha limitado posibilidades. Así que mientras queda dicho lo que de Feijoo me atreví a decir, debo afirmar ahora que en el privado me alegro por Rajoy –se ve que les gusta y que le va la marcha, así que por mi que le cunda- pero en lo público lo siento por el conjunto del país llamado España.

Hemos visto a un Rajoy más cabal y entero, menos atropellado, al que quizá lo sucedido en Pontevedra y los dos o tres avatares que lleva padecido últimamente le han inducido a poner los pies en el suelo, de modo que ha sido capaz de mantener el tipo a lo largo de toda la entrevista, respondiendo lo que le venía en gana, de mil y una maneras diferentes, que en el fondo siempre era una sola: mire usted, esto es muy difícil, uno se equivoca, yo no sabía nada, vamos a poner remedio de inmediato, lo supe después, yo era la reina madre… de modo que Évole se enredó y no estuvo al quite. ¿Cuántos años llevamos oyendo lo de “vamos a poner remedio de inmediato, vamos a tomar medidas al respecto, somos los que más medidas hemos tomado contra la corrupción…” siempre en futurible o en pasado constatable, nunca en presente activo y consecuente y como si además de la corrupción aquí no hubiese habido otros problemas?

Los males del gobierno de Rajoy no se condensan todos en la galopante corrupción de una parte significativa de su partido, una corrupción esparcida como una oprobiosa mancha de aceite por los distintos puntos del territorio que gobierna. Existen otros males que Évole no citó o a los que aludió sin excesiva contundencia, permitiendo las respuestas de Rajoy en el sentido en el que las facilitó para convencer con ellas a no poco del personal votante. Ahora solo falta que vayamos a elecciones. Entonces veremos lo que pasa y de dónde han de salir esos veinte mil millones de euros que acabamos de enterarnos de que aún debemos y que sí antes eran debidos a la estulticia e ignorancia de Zapatero, ahora lo son -además de también a Zapatero- a causa del despiste de las autonomías zascandilas, pero nunca al gobierno de Rajoy, tan lleno de sentidiño, inocencia y miles y miles de virtudes. Breogán nos coja confesados.
 

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