Opinión

Progresamos en regresión

La generalidad de las plazas que ofrecen los aparcamientos de coches no fueron diseñadas para que estos entrasen de forma holgada en ellas sino más bien con ciertas dificultades. Sucede que la mayoría de ellos, la mayoría de los aparcamientos públicos de automóviles de este país, fueron construidos en los años ochenta del pasado siglo, como mucho en los noventa, y que desde entonces los coches han aumentado su tamaño de forma notable. El resultado es evidente. Aparcar un coche en uno de esos lugares no es que sea una tarea de titanes, pero reconozcamos que puede acabar siendo irritante; cuando no imposible. 

Se podría decir de ellas, de esas plazas de aparcamiento, lo mismo que uno de la villa en la que llegué al mundo, aquí casi al mismo lado de Ourense, decía de otro vecino que tenía, como mayor virtud, la del ahorro exhaustivo; dicho de otra manera, que era un avaro, un tacaño de tomo y lomo, un espíritu poco sensible a la realidad circundante en el preciso instante en el que, esa realidad, pudiese afectar a su dinero. ¿Y qué decía? Pues afirmaba de él que, dentro de lo reducido, era muy apretado; de modo que cada quien lo interpretase como le viniese en gana. Las plazas de garaje también son así ;de modo que, además de ser reducidas, resultan muy apretadas. El problema es que parece imposible que se le pueda poner remedio y las columnas seguirán ahí para lo que están, entre otras cosas, para que lo agradezcan los talleres de chapa y pintura automovilísticas.

No parece probable que, al menos en ciudades como las nuestras, se le ponga remedio a esta realidad construyendo más aparcamientos en los que el espacio de sus plazas respondan a las necesidades actuales. La verdad es que sería muy de agradecer. El que lo hagan pensando en los coches del futuro también lo sería. De hacerlo podríamos empezar a pensar que, por fin, habríamos empezado a cambiar. Si es que la sociedad sigue creciendo, y el nivel medio de vida sigue aumentando, cada vez habrá más viejos con dificultades para entrar y salir de un coche modelo sedán y eso hará que aumenten las ventas de estos que se llamaron 4x4 y ahora son conocidos como "todo camino", o algo así. Entras y sales de ellos sin tener que doblar la espalda, sin tener que resoplar por el esfuerzo y deseando poder volver a sentarte en ellos pues tan cómodos resultan. 

Eso sería lo deseable, que el país empezase a cambiar pero, si me dejan que plagie la letra de una zarzuela, por los síntomas que tiene el animal, lo mismo está rabioso, lo mismo no lo está, así que no creo que cambie. ¿Por qué? Pues porque vivimos en plena gerontofobia y solo lo joven y lo nuevo (que suele ser muy viejo, recordémoslo de paso) atraen el consenso de las masas. Quiero decir, y digo, que el país está en regresión. Ahora mismo parece un parvulario, ni siquiera un colegio de la ESO. El hecho de que todo tenga que ser joven y nuevecito del trinque ha llevado nuestra vida política a niveles que nunca habíamos presagiado. en el Congreso los señores diputados, en donde, a falta de mejores y más interesantes e incluso más urgentes asuntos que tratar, empezaron felicitando a Fulanita porque estaba encinta -aunque no exactamente como el león e la Metro Goldwyn Mayer- cuando ya habían criticado a Zutanita porque, en un alarde, había llevado a su criatura para darle de mamar entre una proposición no de ley y una sesión de control parlamentario, por decir algo. Fue una innovación, ciertamente, más teniendo en cuenta que antes las señoras diputadas también parían.

Una vez superada esa etapa maternológica, nos hemos adentrado ahora en la de llevar los niños al colegio y ya no se lucen glándulas mamarias, al menos de momento, sino que cada diputado luce todas las habilidades de las que dispone porque madre naturaleza así lo decidió.

-¡Profe, Manolito copió en el examen! -exclama el del PP con flequillo a lo Jaimito-.

- ¡Señorita, el icosaedro de Pepita se lo hizo su papá que yo lo vi! -protesta otro niño, este del PSOE-.

-¡Señorita, a Pedrito su papá le hace los deberes! -confirma el pelotas de la clase que es de C´s-.

- ¡Y además él falsificó la firma de su padre en el boletín de notas! -concluye el espera poder ir a clase de Vestringe-.

En ese momento la clase se alborota y todo el personal tiene cosas que decir, argumentos que echar en cara, disculpas que ofrecer, protestas que elevar, ejemplos que hacer patentes. El problema empezará cuando uno de los tiernos infantes, en medio de la discusión, diga aquello de:

-¡Pues nosotros veraneamos en "Sangenjo" y además mi papá es     guardia y le puede al tuyo!

A lo que no faltará quien responda:

-¡Pues el mío mide uno noventa! (el papá, se entiende)

Dando pie a que un tercero haga alarde de relaciones:

-¡Y mi mamá es amiga del alcalde!

Será el momento justo en el que no faltará quien diga:

-¡Es mentira! 

De modo que los demás le respondan a coro. 

-Tú más, tú mientes más.

La regresión es, a todas luces, evidente. Los coches no caben en las plazas de aparcamiento, a los políticos les están quedando grandes las chaquetas y lo peor es que, remedando a un periodista que se expresó de tal modo el otro día, hay "precedentes anteriores"..

Antonio Gala escribió hace muchísimos años que "pobrecito el pueblo al que le dan Seiscientos antes que cultura”, refiriéndose al modelo SEAT de ese nombre. Nosotros somos ese pueblo y hasta ahora vivimos soñando que no lo éramos, que lo habíamos superado, y ahora estamos viendo que somos un país políticos infantiloides y chivatillos, que, los más de ellos, han llegado al Seiscientos antes que a la cultura por lo que, como no saben hacer otra cosa, devinieron en acusicas de parvulario que en unas ocasiones son anónimos y en otras actúan creyéndose que están siguiendo los consejos de Maquiavelo.

Te puede interesar