Opinión

LA TRIBUNA. Viejos y nuevos nombres: Calle de la Concordia

La actual calle de la Concordia nació en la década de los años sesenta del siglo XIX, cuando a partir de la recién construida carretera de Villacastín a Vigo, llamada calle del Progreso en su paso por nuestra ciudad, se abrieron otras perpendiculares a la misma por su lado Este. De su inicio, a la izquierda, parte ahora la de Juan XXIII (con la Plaza del Alférez Provisional en el comienzo), construida a mediados del siglo XX como diagonal. Termina en la de Santo Domingo (la antigua Corredoira y Camino de San Lázaro) que la enlaza con la Avenida de Buenos Aires, y en su parte central la cruza el Paseo (inicialmente Travesía) que la divide en dos tramos.


La Concordia ocupó lo que era el principio de la Carretera de Trives y su primer nombre fue del Hospicio, pues en ella estaba situado el mismo, en el edificio que hasta la Desamortización fue de Buenos Aires, que constituyó el principio. En los años 30 se llamó de Basilio Alvarez (el político Abad de Beiro) y en los 40 del Capitán Eloy (el militar muerto en el Frente de Asturias en los primeros días de la Guerra de 1936).


En el primer tramo de la calle, por su lado izquierdo, estaba situado el Mesón ’do Roxo’, siempre lleno de aldeanos y feriantes y en cuyo patio central se celebraban funciones de titiriteros, delante del cual había una de las típicas fuentes del hierro de Malingre, el que se derribó al abrirse la Diagonal. Siguen otras casas que aún se conservan: la de Aguirre, obra del arquitecto Vázquez Gulías, y las que fueron domicilio de don Marcelo Macías y de la profesora de música y pianista Purita García del Villar.


En el solar que hoy ocupa la Telefónica y otra de Aguirre había un gran patio donde se celebraron a mediados del pasado siglo funciones teatrales.


El lado derecho de este primer tramo se iniciaba con una casa ya derruida, dedicada a fonda y en cuyo bajo estaba la frutería de la ’Verísima’. Entre las casas que aún se conservan, están la proyectada por Vázquez Gulías y la que puede considerarse la primera de vecindad de la ciudad, en la que en uno de sus pisos tenía academia Angelita Paradela. En los tiempos de la guerra se proyectaron ’vistas fijas’ hacia la pantalla que formaba la pared de la Bilbaína. La última de las casas es la llamada de los Triperos, construida por el arquitecto Rodríguez Sanz a mediados del pasado siglo, en cuyo bajo se situó el negocio de Barreiros. Pegada a la misma, en el solar de la actual casa de Felipe Santiago, Secundino Feijóo montó su primer circo en el que figuraba un número de toros amaestrados. El segundo tramo, por su lado izquierdo, comienza con el edificio del Banco de España, construido en 1928 según proyecto de los arquitectos madrileños Yarnoz Larroca y Zabala, que remata con un escudo de la República Española diseñado por Vázquez Gulías. Al final de la misma, derribada ya, estaba la tienda de ultramarinos de Avelino Blanco.


El lado derecho de este segundo tramo de la calle, y sustituido por el actual edificio en cuyo ático tuvo su estudio el pintor Prego, había una pequeña casa rematada con un ’capirote’ de madera, la que ocupó primeramente el garaje Americano y después el bar de Manzano. Más adelante el Cine Xesteira, denominado pomposamente Coliseo Xesteira y ahora convertido en café teatro, inaugurado en los primeros días del año 1941, local que llamó la atención por el espacioso, elegante y moderno, en su época uno de los mejores de España, con un juego de luces de colores que fue novedad en Ourense, tanto que en el descanso de la proyección el público no abandonaba la sala para contemplarlo, renunciando a la costumbre de fumar el pitillo en el vestíbulo. Y la calle termina en el edificio de Hacienda, construido en el solar del antiguo Convento de Santo Domingo entre los años 1928 y 1931. El cruce de la calle de la Concordia y el Paseo, allá por los año 30 del siglo pasado constituyó el principal nudo de circulación de la ciudad, el primero en que un guardia de los llamados ’de la porra’ regulaba el tráfico desde su centro. Claro, a quien no tenía que señalar la dirección era al más famoso de sus peatones, la vaca de Angelita Varela, bueno la vaca propiedad de Angelita Varela (Marquesa de la Atalaya Bermeja y Condesa del Valle de Oselle, se entiende, la cual todas las tardes salía del Asilo del Couto y, ella solita, cruzaba la calle y se dirigía a Santo Domingo en donde era ordeñada para surtir de leche a su propietaria, regresando nuevamente al asilo. Desde una de las esquinas, el castañero en invierno y el heladero en verano la saludaban como a una vieja amiga.

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