Opinión

LO IMPORTANTE

Durante mucho tiempo creímos a pies juntillas, porque lo decía el Gobierno, que no habría rescate de nuestro sistema financiero ni el Gobierno lo pediría. No pasa nada. También creímos durante algún tiempo que los neutrinos eran más rápidos que la luz y al final hemos visto que no. Einstein sigue teniendo razón. Lo que no puede sostenerse por más tiempo es que la salvación de la banca no sea un rescate de la banca, como aún se empeña el Gobierno en sostener. Ni una sola vez utilizó la palabra 'rescate' el presidente, Mariano Rajoy, en su cruce parlamentario de los miércoles (sesión de control) con el líder del PSOE, Pérez Rubalcaba.


Esta vez fue Rosa Díez (UPyD) quien centró el asunto al pedir a Rajoy un uso desacomplejado de la palabra. No hubo forma. Como si fuera un estigma. Y no lo es, si se acepta con naturalidad que un préstamo, o una línea de crédito, es una forma de ayuda al necesitado. Una operación de salvamento que, tratándose de dinero, lleva aparejadas unas condiciones, como oportunamente ha recordado la canciller, Angela Merkel. En todo caso, que se trate de un crédito, un préstamo o una ayuda finalista, no impide su intención de rescatar al sistema bancario español del riesgo de hundimiento en las procelosas aguas de la crisis. Solo serían distintos instrumentos para una misma finalidad, la del rescate, pero rescate al fin, como dice Durán i Lleida (CiU).


Mucho peor que el absurdo debate nominalista es la contante y sonante reacción de los mercados al manguerazo de 100.000 millones de euros sobre la parte averiada de la banca española. No se entiende el empeoramiento de nuestras constantes vitales más sensibles (bolsa y prima de riesgo) después de la notable pero fugaz mejoría inicial del lunes pasado.


Los inversores vuelven a ponerse nerviosos a la espera de la letra pequeña del rescate bancario y el desenlace electoral en Grecia. Ese es el diagnóstico de urgencias. Los más sesudos galenos que estudian sin tanta prisa la enfermedad ya han elevado a definitivas sus conclusiones provisionales de estos dos o tres últimos años: el problema es la falta de un verdadero proyecto europeo que sume a la unión monetaria la unión fiscal, la unión bancaria y, por cima, la unión política. Contra eso nada podrían los especuladores. Lo pueden todo contra una Eurozona que aparenta ser responsable única de 17 realidades heterogéneas.


Ese llamamiento a trabajar por una UE más integrada se contiene en la carta remitida por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al presidente de la Comisión, Durao Barroso. También es recurrente en el discurso político de Angela Merkel (Alemania) y Francois Hollande (Francia). No se consigue de la noche a la mañana. Es un horizonte tan esperanzador como lejano. Y la verdad es que nuestros problemas son mucho más apremiantes. Y lo seguirán siendo, según el ministro De Guindos, que anuncia unas jornadas de enorme tensión y volatilidad en los mercados. Eso es lo malo, que frente a lo urgente solo ponemos parches y para lo importante no queda tiempo.

Te puede interesar