Opinión

Paraíso Erasmus

Cómo se lo pasan los Erasmus. Cualquiera que viese la entrega de ‘Repor’ que presentó a algunos de los estudiantes españoles que pasan el presente curso escolar en Roma podría pensar que se trataba de casos excepcionales. Que se enfatizaba precisamente en el tono lúdico. Y sin embargo, me parece que lo que vimos refleja con muchísima fidelidad lo que ocurre.


Los estudiantes no engañaron a nadie. Desde un principio manifestaron ante las cámaras, sin ninguna impostura, que en lo relativo a lo académico es posible que perdieran, respecto a lo que podría aportarles estudiar en sus respectivas universidades de origen. Pero que sus estancias como Erasmus tenían otros objetivos, que sí les compensaban. Hablaban, por encima de cualquier otro, de la experiencia socializadora. De lo que abre la mente conocer a gente de otras latitudes. Alguno llegó a reconocer que sólo con el Erasmus llegó su independencia. Que hasta el día de antes de iniciarlo no le faltaba un plato caliente a la mesa, ni la ropa planchada a los pies de su cama. Con lo que, quién nos lo iba a decir, la experiencia del intercambio suponía lo más parecido al rito de iniciación, al paso hacia la madurez.


Empezaba ‘Repor’ entrando a un piso de cuatro chicos que acababan de levantarse a las cuatro de la tarde. Y que mostraban, sin ningún pudor, la nevera vacía. ‘Para qué hemos de llenarla si aquí no estamos nunca’. Se retiran a altas horas de la madrugada y en cuanto saltan de la cama, se van a la calle. Aunque luego se les vio comiendo pizzas a deshoras.


También vimos algo muy significativo. Allí nadie tenía televisión, pero todos veían lo que les interesaba a través de internet. Muy gráfico.



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