Opinión

La rubia

Cinco días aguantó Luján Argüelles en las tardes de Cuatro. Cinco tardes aguantaron Eugeni Alemany y Edu Soto acompañándola y haciendo de las suyas. ¿Y ahora qué? Siempre me he preguntado cómo es el día después del cierre de un programa de televisión. También me pregunto si los presentadores, y los miembros visibles del equipo, tan seguros de sí mismos mientras están a tiro de cámara, se derrumban cuando nadie les ve, y echan la lagrimita en un rincón, ante la rabia y la impotencia de la situación. Ellos o sus madres, cuando se enteran de la mala noticia.


'Lo que diga la rubia' nos sirve como caso bastante paradigmático acerca de lo que ocurre en nuestros días; el culmen de la televisión efímera. Esa que tarda mucho más en arrancar que en quemarse. Un mes llevaban los del equipo calentando motores, ajustando los detalles, y sólo una semana ha bastado para que queden apeados de la carrera.


De este modo, cualquier atisbo de televisión imaginativa, diferente, osada, parece estar condenada al fracaso. Nos alegramos mucho el día en que vimos a Mario Vaquerizo en el plató, a modo de tertuliano residente. Pero no nos dio tiempo a disfrutarlo. Ni a aburrirnos de él y de sus estrafalarios compañeros. En las teles de hoy en día sólo manda lo seguro y lo rentable.

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