Las campañas publicitarias, ya se sabe, son tramposas. Sin que esas trampas se puedan denunciar como tales. Forman parte de las reglas del juego. De la estrategia comercial, dicen eufemísticamente. El documental This is it, en el que se muestran los ensayos de la gira de cincuenta conciertos que Michael Jackson nunca pudo llevar a cabo, fue anunciado por la distribuidora Sony para ser exhibido por espacio de quince días. El slogan estaba claro. Venta anticipada. Sólo dos semanas en cartel. Y el reclamo funcionó. Hasta que llegó pasó el fin de semana del estreno, y donde dijeron digo, ahora dicen Diego. Ya no serán sólo dos semanas. Habrá prórroga.
Pues bien, a pesar de la campaña, a pesar del sólo dos semanas en salas, y a pesar de la inmensa promoción, hete aquí que llegó Ágora en su cuarto fin de semana de exhibición, y sin despeinarse, se colocó de nuevo en la primera posición, dejando al mismísimo This is it, al rey, al icono mejor vendido del mundo, de segundón.
No he leído comentarios al respecto. No sé. Humildemente, creo que el asunto merecería más de uno. Y relacionado con él, ese severo descalabro de Castillos de cartón, que durante el fin de semana de su estreno ni siquiera congregó a nueve mil espectadores.
A pesar de llevar asociado el nombre de la escritora Almudena Grandes, y de tratarse de la adaptación de una de sus novelas más leídas y queridas. Ni siquiera nueve mil espectadores en todo el territorio nacional, mientras en nuestros teatros cualquiera de las compañías que giran por nuestras ciudades logra reunir con facilidad, en un solo fin de semana, a tres o cuatro mil personas. Algo grave pasa con el cine.
