Opinión

Ángel L. Montesinos

No cabe otra comparación con este hombre que la del Geococcyx californianus. El correcaminos grande es un ave de costumbres terrestres, que tiene una gran cola, que le sirve de timón cuando emprende la carrera y hace giros rápidos, y alcanza velocidades de unos 32 kilómetros por hora en la planicie que sirve de base a la Sierra Madre del golfo de México.

A sus 98 años, Ángel Montesinos con su rulot es el "caravanista" más veterano de la Península Ibérica. No hay acampada ni concentración que se le resista y desde hace veinte años su asistencia es premiada con el trofeo al más audaz e intrépido viajero.

Hasta hace tres años, y sin ningún “Coyote” que le persiguiese, era muy frecuente verle adelantando con su veloz carrera y supliendo el clásico “ bip-bip” del correcaminos por el “mec mec” de su entrañable caravana.

Yo le conocí hace más de cincuenta años. Era maestro, y en actividades diversas (antigua sindical) era el responsable de la censura de las películas que se estrenaban en nuestra provincia; pero como no podía ser de otra manera, su bondadoso carácter y joven espíritu le llevaron siempre a defender dentro de sus posibilidades la libertad de expresión, algo que en aquellos tiempos era difícil y algo peligroso, pero que con su agudeza y paciencia algunos “cortes” nos evitó.

En compañía de su extraordinaria esposa y con sus siete hijos , empezaron a hacer camping en dos tiendas de lona. Se trasladaban en autobús a Patos y allí pasaban el mes de vacaciones de verano. Con el tiempo, sus hijos, cónyuges y nietos (una familia ejemplar) siguieron su misma afición, aunque ya con caravanas de última generación. Caracterológicamente hablando, Ángel es hoy un pícnico, como fueron Churchill o Juan XXlll, (amigo de compartir, excepcional anfitrión y camarada leal), pero antes fue un "atlético", fuerte, duro como una roca. Es muy frecuente verle a las ocho de la mañana en bañador, con el torso desnudo, lavando sus cacharros en la zona de lavaderos, con una enorme “faria” entre sus labios y con uno de sus veinte gorritos que en un antiguo viaje compró en Marruecos.

Fue fundador y durante muchos años presidente del club Caravaning de Ourense, del que hoy es presidente de honor. También hasta hace muy poco tiempo era el encargado de las actividades y entretenimiento para los niños, algo que le salía del alma y que muchos, ya hoy adultos, recuerdan con nostalgia y respetuoso cariño. Bicicletas, dibujo, tortillas, películas, etc. eran pruebas en las que él planificaba, coordinaba y encima protegía y cuidaba a nuestra gente menuda.

Como si fuese Sancho Gracia en “Los camioneros”, a Ángel le pasó de todo en sus más de 300.000 kilómetros de un recorrido que comenzaba en febrero en Portugal y finalizaba en noviembre en Asturias. Pero, según me comentó, nunca le robaron, ni sufrió ninguna desgracia, excepto hace dos años que, regresando a su Ourense, un traidor “Coyote” en forma de inoportuna cabezada, le envió a la cuneta y le obligó a varar para siempre su entrañable rulot. Pero eso no le impide a sus noventa y ocho años, seguir asistiendo a todas las acampadas y a su camping de Playa América, donde allí, y para él, le instalan una todos los veranos.

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