Opinión

Lito Seoane

Nunca debe de ser tarde para comentar las buenas noticias. Y una de esas buenas noticias es que el ourensano Lito Seoane haya sido distinguido recientemente con la medalla de Oficial de la Gran Orden de la Caballería Francesa, máxima distinción de la peluquería mundial tal y como puntualizaba La Región del 11 de septiembre.


Hace mucho tiempo que no veo a Lito, pero nunca he olvidado su generosidad y gentileza para conmigo en los años en los que tuve activo el Estudio de Artes Escénicas. Muchas veces se brindó para peinar y maquillar a mis actores gratuitamente, y aunque nunca quise abusar de su tiempo y de su trabajo, no he olvidado su amabilidad que aún hoy le sigo agradeciendo.


Lito, a quien conocí debido a mi profesión de periodista, era una persona muy allegada a los medios de comunicación, dado que sus actividades eran siempre noticia para el interés puesto en el avance de la estética. Lito fue siempre un gran profesional en su campo. Toda una personalidad en el estilismo. Y para demostrarlo, y poder llegar tan lejos, jamás ha precisado de excentricidades ni alardes fuera de tono y gusto. Ahora recoge los frutos de una labor que ha llegado más allá de nuestras fronteras.


El otro día, en una entrevista radiofónica, llamaba la atención la sencillez con la que se expresaba, las alabanzas que dedicaba a sus colaboradores, a sus hijos, y sobre todo a su esposa.


Sí, recuerdo sus atenciones para conmigo. Eran unos tiempos bonitos, no sé si mejores o peores, pero distintos, gratificantes y acelerados. Las máquinas de escribir rudimentarias enseguida fueron sustituidas por las eléctricas, y éstas, casi inmediatamente, por los ordenadores, grandes armatostes que exigían temperaturas especiales. Hoy ya son planos, como las televisiones, y se pueden llevar de aquí para allá en una cartera. Pero no nos engañemos. Eso fue ayer, ayer mismo. Lo que pasa es que todo sucedió vertiginosamente. Cuando el ciudadano se dio cuenta, la ciudad se había llenado de establecimientos de móviles, de garajes subterráneos y de rúas peatonales. Había cambiado la fisonomía urbana relativa a calles y casas y el tráfico se multiplicaba. Y mientras Ourense crecía, crecían sus habitantes y sus sueños. Por eso este galardón es tan importante para los que creen que muchos de esos sueños pueden hacerse realidad.



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