Opinión

EDITORIAL | Nos jugamos Ourense

Las restricciones para luchar contra el coronavirus se acumulan en las publicaciones oficiales y en el tuétano de los ourensanos. Si la primera ola del coronavirus paralizó nuestras vidas y tumbó la economía, el segundo envite amenaza con hipotecarnos a través del desánimo y la desconfianza. Como sociedad, ni podemos ni debemos permitirlo. 

¿En qué Ourense querremos vivir en el futuro? No, de la pandemia no vamos a salir más fuertes ni más unidos. Pero lo que es seguro es que del covid saldremos, y cuando lo hagamos necesitaremos un tejido social y productivo lo más dinámico posible, con incentivos y planes para la vida pública. La amenaza para ese objetivo es evidente: cada día nos enfrentamos en todos los rincones de España a establecimientos cerrados, campañas perdidas, negocios desesperanzados, colas del hambre. La salud es la prioridad, sobra decirlo. Pero, como también repiten los expertos, es falso el dilema que pide elegir entre las vidas y la economía. Son actores simbióticos, se necesitan y retroalimentan. Por eso, la sociedad ourensana debe cuidarse en el presente para garantizarse el futuro. Y en él necesitaremos a todos los actores: bares, restaurantes, hoteles, casas de turismo rural, pequeño comercio, autónomos, pymes, industrias. 

El nivel de una sociedad se mide, entre otras cosas, en cómo es capaz de atender las necesidades de los más vulnerables en cada momento. En esta terrible crisis, la agenda pública debe mimar a los niños -la educación presencial es clave para ello-, mayores y personas en riesgo de exclusión. Y en el flanco económico, fijarse en la viabilidad del tejido empresarial, especialmente en los sectores más golpeados, que deben ser atendidos con la máxima sensibilidad y empatía por parte de todas las administraciones. 

El endurecimiento de las medidas anticovid ha bajado la persiana a la hostelería y restauración de diez concellos de la provincia –la cuarta de España, por cierto, con más bares por vecino-. La mayoría estará así un mes más como mínimo, plazo que se suma a todo lo que han tenido que sufrir ya desde marzo, pese a la inversión realizada para cumplir las nuevas medidas de seguridad y a la lucha por adaptarse a los continuos cambios horarios y normativos. Si no pueden trabajar, difícilmente podrán pagar sus impuestos. Pero las facturas no se han olvidado de ellos, y ellos reclaman, legítimamente, no ser olvidados por los políticos. En Ourense se han bautizado como la Xeración SOS: muchos llegaron al sector como refugio tras la recesión del 2008, y ahora un verdadero tsunami los deja a la intemperie. Los países de nuestro entorno están asumiendo medidas similares, aunque situando al mismo nivel la rigidez del veto con la intensidad de la ayuda pública: en Alemania, autónomos y pimes reciben el 75% de las pérdidas. En Reino Unido subvencionan la mitad de las consumiciones para llevar y en Italia o Francia implementan rescates millonarios. España conoce perfectamente que tiene aquí un motor económico imprescindible. Pero mientras corre a subir el sueldo a los funcionarios no es capaz de encontrar un plan estatal coordinado y específico para el sector, dejando la respuesta en manos de las autonomías –la Xunta ha presentado ya un programa de ayudas- y los ayuntamientos. 

No podemos bajar los brazos, decíamos. Y aquí tiene especial importancia el carácter de los implicados en sectores que sí puedan trabajar ahora mismo. Los datos de empleo están resistiendo en Ourense, y eso no hace sino confirmar el aguante de la mayoría de empresas y trabajadores ourensanos, que ahora deben reafirmarse apostando por la innovación y la creatividad. Para ello, es cierto, necesitan el diálogo y la inteligencia de la clase política, al mismo tiempo que la confianza del cliente. Porque el consumo, inevitablemente, ha bajado mientras sube el ahorro. Pero ahora más que nunca, cada ourensano debe reflexionar sobre su responsabilidad en el circuito económico de su entorno y, en un ejercicio de civismo, decidir llegado el momento si apoya al comercio local –ya duramente tocado antes del covid- o a un gran monopolio de internet que solo contribuirá a seguir escribiendo esquelas de negocios. El objetivo va mucho más allá de salvar la campaña de Navidad. Aquí nos jugamos Ourense. 

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