Opinión

Me da asco...

Sí un asco horrible, cuando me entero que en la excarcelación del terrorista libio Megrahi, que asesinó a más de doscientos ciudadanos inocentes, miembros del ‘pueblo’ -eso sí, del pueblo norteamericano-, cuando volaban en el avión de Pan Am que se dirigía de Londres a EE.UU. y sobrevolaba Lockerbie, y en el que murieron los 259 ocupantes y 11 vecinos de esa localidad escocesa, se debe no a un acto de generosidad propiciado por un supuesto cáncer terminal del asesino, no: la razón es la existencia de un amplio acuerdo sobre la entrega de presos libios, después de que surgieran dificultades en unas conversaciones entre Libia y la petrolera BP en relación con un multimillonario contrato relacionado con el oro negro. El pacto, para la exploración de petróleo y gas, valorado en 15.000 millones de libras (unos 17.100 millones de euros), fue acordado en 2007 y ratificado pocas semanas después de que Straw cambiase de opinión sobre Megrahi.


El Gobierno inglés, en plan Zapatero, lo ha negado; sin embargo, Saif Gadaffi, hijo del presidente libio, Muamar al Gadafi, afirmó recientemente que la liberación de Megrahi estaba vinculada a un acuerdo petrolero con BP. Me da asco: que ante la sucesión de asesinatos de uno u otro cariz se siga poniendo en duda, por el sector ‘progre’ de la sociedad, la necesidad de preguntar directamente al que llaman ‘pueblo soberano’ si estaría de acuerdo en imponer penas severísimas a los pobrecitos asesinos y terroristas.




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