Opinión

La pájara de Nico Sarkozy

Llamarle Nicolás es traicionar al karma que de él emana. Derrocha vitalidad en cada gesto, su mirada es penetrante e inteligente, de una viveza singular. Su actividad es envidiable. Sus cincuenta y cuatro años no son óbice para apurar la vida en juvenil devenir. Le hemos visto aparcar su mano pícara sobre la juvenil posadera de su joven esposa con decisión y sin rubor y causar cólicos de envidia en ciudadanos y ciudadanas del mundo entero -en este menester la igualdad es notoria- que hubieran luchado por poder aparcar en tan deseado lugar.


Nicolás, como todo ser que cubre a menudo su apetito carnal con legal y legítima copuladora es un hombre sonriente, de apariencia optimista y feliz. Nicolás quiere cumplir con éxito todas sus iniciativas y si en alguna puede ponerse el ‘pijama amarillo’ del campeón, mejor que mejor. Nicolás se cuida y hace deporte y, mira por donde, ayer que terminaba el Tour de Francia en su París querido, la fatalidad le ha regalado ‘una pájara’ y ha sufrido un malestar cuando practicaba deporte y tuvo que ser atendido por su médico, se le han practicando exámenes complementarios, según informó el Elíseo, que en un primer momento no quiso confirmar su hospitalización. Posteriormente trascendió que el presidente ha sido hospitalizado en el hospital militar de Val-de-Grâce (París) tras sufrir un síncope vasovagal y dependiendo de la circunstancia causante, puede no tener importancia y ser algo ocasionado por cansancio, que aparece después de un esfuerzo físico intenso y prolongado o, puede ser la manifestación de un problema más serio, con un origen cardíaco, pulmonar o incluso neurológico.


Es conocida la afición de Sarkozy, por salir a correr y, también, por ir en bicicleta en verano y por aparcar su mano en lugares muy exclusivos, cosa que, practicado en exceso, causa alegría y cansa horrores.


Que Dios bendiga la salud y el aparcamiento del señor presidente de la República francesa.



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