Opinión

¿Trajes o mortajas?

Cuando en enero pasado se presentó en sociedad la llamada ‘OG’ -Operación Gürtel- muchos pensamos que se trataba de una trama imaginaria destinada a perjudicar al PP en las elecciones de marzo y junio. La forma de ser filtrada la información, inyectada en vena por ‘El País’, nos olía a chamusquina.


La actuación de unos presuntos chorizos que pululaban en las cercanías del corazón de Génova, en supuesta connivencia con miembros del PP, fue quedando perfilada y sólo salpicó a personas de un tercer o cuarto nivel cuya culpabilidad está por probar. En la pautada puesta en escena del escándalo apareció algo supuestamente más enjundioso y de peligrosas consecuencias para el PP: la llamada trama valenciana, que presuntamente estaba complicada ‘hasta las cejas’ en la Operación Gürtel, incluyendo los nombres del presidente de la Generalitat, Francisco Camps; de Ricardo Costa, secretario general de los populares valencianos; de Víctor Campos, ex vicepresidente de la Generalitat, y de Rafael Betoret, ex jefe de gabinete de la Consejería de Justicia y actual asesor de la Diputación de Valencia. El tiempo ha pasado, algo más de ‘un ratito largo’, que vaticinó Camps. Los denunciantes, como dice la copla, ‘hablaron de muchas cosas’ que el viento no se llevó.


Lo más significativo ha sido el supuesto regalo de unos trajes al presidente de la Generalitat, quien explicó que los había pagado directamente en metálico dado que tiene una farmacia familiar y que disponen de efectivo suficiente para ello. La extrañeza aparece cuando se filtra que los trajes se pagaron con billetes de quinientos euros, poco habituales en la compra de aspirinas y otras medicinas. La vida está cara pero no llega a esos niveles, dicen los malpensados. Yo me quedo con la buena voluntad de lo manifestado por Camps y mantengo una sola cosa en la memoria: el presidente pagó de su bolsillo los malditos trajes. Pero quedaban unos ‘incómodos escaloncitos’ para que ‘una cuestión tan extraña, tan absurda y tan estrafalaria’ haya terminado. Un juez quiere citar al presidente y acusarle de un ‘cohecho pasivo impropio’, y, ahora, hay quien habla de que los trajes fueron un regalo parecido a las anchoas con que obsequia a ZP el presidente de Cantabria cada vez que le visita.


Deseo que la primera versión de Camps sea la que mantenga; si llegara a desdecirse y a reconocer que los trajes han sido un regalo, aunque lo fuera de su propia esposa, o un préstamo para una sesión fotográfica, el presidente de la Generalitat habría mentido, y en ese caso los trajes pasarían a ser ‘mortajas políticas’ para él y para alguno más de los que le han apoyado. ¿Qué es verdad?, ¿qué, mentira? ¡Estos políticos nos hacen la vida tan agradable!

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