Opinión

Viva o señor padriño

Este era el grito, “Viva ó señor padriño”, el que toda la chavalada le dábamos al padrino del bautizo del niño que se iba a celebrar en la parroquia. Nos era muy fácil enterarnos de cuando había bautizos, pues nacíamos todos en nuestras casas, y sabíamos del parto por la llegada al barrio del médico o la comadrona y, como era costumbre, nos bautizaban muy pronto; tan pronto, que la madre del recién nacido casi nunca iba al bautizo, ya que no estaba “repuesta” para ir a la ceremonia.

¡Es hoy!, ¡es hoy!, llegaba la noticia del acontecimiento, esperábamos a la comitiva en el atrio y, antes de que entrasen en la iglesia, ya saludábamos, insistentemente, al padrino, “Viva o señor padriño”, el que fuese, nos hacía un gesto anunciando que, al terminar la ceremonia, al salir, “ya nos atendería”. Nosotros teníamos “espías” dentro de la iglesia para que nos dijeran por qué puerta iba a salir el padrino y estar todos en ella. Y así era, nada más asomarse, comenzaba el griterío :“Viva o señor padriño”; también disponíamos de información de si íbamos a tener mucho o poco que “arrapañar”; los padrinos podrían ser: el abuelo (éste era el más generoso); un tío (dependía si era propio o político); un hermano del recién (daba lo que le soltaban los padres), pero en general, como ya era costumbre, todos eran generosos.

Cada vez que dábamos el grito, “Viva o señor padrino”, nos correspondía lanzando un puñado de monedas, y él esperaba a que las recogiésemos, unas por el aire, otras en el suelo, en la arena o entre las hierbas, y así varias veces, mientras la comitiva salía hacia la calle. Habrá que decir a nuestros jóvenes de hoy que las monedas no eran euros ni pesetas, nos lanzaban “cas e cadelas”, pero suficiente dinero para comprar pirulís, chufas, un palo de regaliz, bolas o alguno “a escondidas”, fumarse un cigarro de manzanilla.

El nombre del bautizado era el habitual, simple si era el de los padres, María o José, y compuesto si llevaba el de un abuelo, María José o José Manuel. Hago esta anotación final pues, en los tiempos actuales, llama la atención que los padres, y especialmente los abuelos, a la mayoría de los niños y niñas les llaman “Cariño”.

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