Opinión

Después de Las Meninas, el dinosaurio seguía allí

Concluyó la “cumbre’” de la OTAN con un brillante éxito de organización, que España se apunta, y con preocupantes titulares que evocan una pésima situación para la paz y la estabilidad en el mundo. La “hoja de ruta” suscrita por los participantes habla de demasiados frentes abiertos y demasiado poco de apertura de puertas a una negociación que convengamos que con Putin es hoy por hoy prácticamente imposible.

Así que pasó la reunión atlántica, con las fotos de familia de una treintena de jefes de Estado y de Gobierno, la mayor concentración de mandatarios nunca registrada en nuestro país, y menos fotografiándose en el Museo del Prado ante Las Meninas o la Familia de Carlos IV. Ocurre que ahora, tras los inquietantes dieciséis folios del llamado Concepto Estratégico, tras los fastos pictóricos, musicales y gastronómicos, el dinosaurio de los acuciantes problemas que tienen planteados el mundo, Europa y España sigue ahí, con las fauces abiertas.

Ya digo que Sánchez se equivocaría si pretendiese atribuirse, a sí mismo y a su equipo, el éxito de una “cumbre” minuciosamente preparada por distintas administraciones y saludada disciplinadamente -Madrid era, ciertamente, una ciudad incómoda- por los ciudadanos. Ha cometido el error estratégico y político de no hacer partícipe en los fastos al menos al líder de la oposición, al que ha aprovechado cualquier oportunidad para hacerle llegar una andanada, como en los viejos tiempos de la guerra fría PSOE-PP.

No sé si Sánchez entiende que, como decían en las últimas horas no pocos periódicos, hemos entrado en una nueva era. En el mundo, en Europa y debería ocurrir lo mismo en España. Ahí siguen, impertérritos, los dinosaurios del relevo en el Poder Judicial, de la inflación, de las discrepancias internas en el Ejecutivo, de esos trece millones -¡13 millones!- de personas en riesgo serio de exclusión social. ¿Se puede realmente sostener un Gobierno en un país con trece millones de hombres y mujeres asomándose al abismo de la pobreza? ¿Es posible mirar sin angustia el horizonte de este otoño, con la inflación desbocada y la probable llegada de decenas de miles de migrantes hambrientos?

No hay diplodocus tan grande, ni siquiera en la imaginación de Monterroso, como para digerir en solitario estos, y otros muchos, problemas. Sí, la “cumbre” ha sido, en lo formal, un éxito. Y esa es medalla que seguramente debamos colocarnos todos: hemos dado, esta vez, la talla. Pero habremos de analizar muchas consecuencias de lo que en este encuentro se ha tratado, que no puedo resumir apenas en este comentario. Y habremos de ser conscientes de que, además del diplodocus Putin, nuestros dinosaurios particulares siguen ahí cuando aún estamos despertando del sueño, de Las Meninas, de las entrevistas sacando pecho, del qué bien lo hemos hecho y demás.

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