Opinión

Las tres condiciones

Se puede ser presidente del Gobierno sin haber sido concejal, de la misma forma que se puedes ser ministro de Fomento siendo médico, o del Interior sin haber sido guardia de la porra. De la misma forma que se puede llegar a jefe del Ejecutivo pasado por muchos ministerios sin dejar apenas memoria en ellos. O se puede recordar a León Felipe: “No sabiendo los oficios los haremos con respeto./ Para enterrar a los muertos/ como debemos/ cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero”.

La “seguridad, certidumbre y confianza” que dice Rajoy que deben transmitir los nuevos líderes, la pueden proporcionar tan bien como los políticos profesionales, aquellos que se la juegan por primera vez en las urnas. El carisma, como bien saben los últimos presidentes del Gobierno, ha dejado de ser un valor que cotiza al alza y lo importante es rodearse de buenos equipos y asesores. En ayuntamientos y gobiernos y asambleas legislativas autonómicas en las que han entrado nuevos políticos se ha comprobado que muchos de ellos carecen de los conocimientos técnicos sobre la dinámica parlamentaria o el funcionamiento de las instituciones, pero ese tipo de saberes se adquiere rápido, al mismo tiempo que los hábitos de la ‘vieja política’ a la hora de salirse por la tangente, de no responder a lo que se pregunta, o echar mano al “y tú más”. Y no por eso han dejado de aprobarse leyes o de dictarse normas.

Por supuesto, los tres principales contrincantes de Rajoy tienen suficientes callos políticos logrados en el último año, uno en batallas internas como Pedro Sánchez –diputado-, mientras que Pablo Iglesias y Albert Rivera han logrado montar sendos partidos nacionales prácticamente de la nada y además tras haber laminado a dos formaciones con más arraigo y mejor estructura, con las que se disputaban directamente el lectorado. Y en el caso de este último, llega además bregado por su etapa de portavoz de C’s en el Parlamento catalán en unos momentos nada fáciles. Es decir, tienen galones superiores a los de concejal y transmiten las tres condiciones que Rajoy considera necesarias para llegar a inquilino de La Moncloa para los altos porcentajes de ciudadanos que están dispuestos a poner su voto en sus manos.

Además, tanto el líder el PSOE como el de Ciudadanos, se esfuerzan por aparecer como políticos con visión de Estado, con las propuestas sociales de mayor calado económico que llevan en sus programas electorales bien cuantificadas, y están dispuestos a promover, cada uno con sus matices, acuerdos para llegar a pactos que revivan el consenso de épocas pasadas en aspectos sustanciales de la ordenación de la convivencia y la preparación del futuro, que suponen una enmienda a la totalidad de las principales decisiones del Gobierno del Partido Popular.

Mariano Rajoy se enfrenta al problema de que él mismo ha dejado de ser previsible para merecer la confianza de los ciudadanos hasta el punto de que quizá no llegue a alcanzar el apoyo del 30% de los votantes, no hay seguridad acerca de lo que va a hacer en cuestiones esenciales una vez pasadas las elecciones porque ahora se mantiene, como todos, en el terreno de la ambigüedad y la única certidumbre es que no se apea de las políticas de austeridad.

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