Opinión

Pedro Sánchez, presidente por accidente

Los dos últimos presidentes del Gobierno socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, han llegado al cargo por accidente, de manera precipitada incluso para sus propios planes y ambos a lomos de errores estratégicos y políticos de sus predecesores del Partido Popular, José María Aznar y Mariano Rajoy. En el primer caso, por su reacción a los atentados del 11-M, y en el segundo, por la falta de asunción de responsabilidades políticas tras la sentencia del caso Gürtel,  como punta del iceberg, por no haber tomado medidas más visibles que las puramente legislativas para afrontar la corrupción que ha afectado al partido en los últimos años, según los casos judiciales pendientes.

Que el PSOE debía de presentar una moción de censura tras la sentencia de la Audiencia Nacional, que ha llevado a la cárcel de nuevo al extesorero del PP, era de obligado cumplimiento. Que de ella se derivara que Pedro Sánchez se convierta en el próximo inquilino de la Moncloa es una consecuencia sobrevenida que ni tan siquiera podía estar en su ánimo cuando se presentó tras el silencio del Gobierno al mazazo judicial, aunque pudiera comenzar a tomar cuerpo poco después porque el PP no ha logrado superar un problema que le afecta desde siempre: la incapacidad para hacer amigos, para fundar alianzas sólidas, para ganarse la confianza de aquellos que se le acercan.  Que se lo pregunten a Ciudadanos, aunque se haya opuesto con todas sus fuerzas al ascenso de Pedro Sánchez, más que nada porque contra Rajoy vivía mejor. Y el PNV no ha dudado en dejarle en la estacada a la menor oportunidad, porque le daba por perdido.   

Pedro Sánchez y su equipo han sabido jugar sus cartas parlamentarias y constitucionales. Los reproches por la forma en la que accede a la Presidencia del Gobierno, sin pasar por las urnas y con unos apoyos que sabe que le van a traer más problemas que soluciones, sumado a su debilidad parlamentaria, van a proyectar una sombra permanente sobre su gestión. A lo largo de los próximos días tendrá que concretar más de lo que lo ha hecho durante el debate de la moción de censura, pasando de las musas al teatro, su idea de país y las soluciones concretas para el principal problema nacional, el territorial con Cataluña, y como va a conjugar los tres instrumentos que él mismo ha señalado, Constitución, Declaración de Granada –inspirada por Rubalcaba- y diálogo con los secesionistas para resolverlo.

 Pero el PSOE se puede encontrar con una situación similar –aunque el expediente catalán lo condiciona todo y las noticias procedentes de Euskadi también-  a la de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, la de la extensión de los derechos civiles y que se dedique con una mayoría suficiente a base de “geometría variable” a revertir las leyes y decisiones más lesivas para los ciudadanos promulgadas por el Gobierno popular en su primera época, y cuya reforma  ha paralizado en la segunda legislatura de Rajoy, con el apoyo de Albert Rivera.  Este cometido y el cumplimiento de los compromisos europeos es ya de por sí un programa de Gobierno.

 Y del “accidente” de la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa da idea la declaración de la propia todavía vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría que reconocía que al término del debate de la moción que todavía no habría recibido ninguna llamada para realizar el traspaso de funciones. Y que no hubiera “gobierno en la sombra”.

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