Opinión

Podemos, modelos para armar

Hacia dentro y hacia fuera. La asamblea de Podemos el segundo fin de semana de febrero va a decidir sobre el modelo de partido que quieren sus militantes una vez concluido el plazo para alcanzar acuerdos sin que se hayan producido acercamientos entre Iglesias y Errejón. De cual sea su estructura interna, el ganador o el perdedor de Vistalegre II, dependerá en buena medida su futuro y su acción política en los próximos años. En un partido de carácter asambleario cualquier modificación en sus órganos de gobierno y de control tiene una importancia inusitada porque, aquejados como están por el síndrome de la división, e incapaces de llegar a acuerdos sustanciales que hubieran evitado el enfrentamiento de dos listas que encarnan dos proyectos distintos a la dirección, la neutralidad del órgano de garantías es esencial. En una situación de un partido dividido en dos mitades se debe evitar la posibilidad de purgas: ya ha habido ocasiones en las que las discrepancias se han saldado por la vía más tradicional de enviar al ostracismo al perdedor de un debate.

El propio líder de Podemos y candidato a la reelección Pablo Iglesias lo ha reconocido sin tapujos. Podemos está inmerso en una lucha por el poder y para el caso de que pierda el congreso se ha garantizado un puesto en la dirección al encabezar la lista de sus afines. Otro tanto ha hecho Iñigo Errejón, quien dice afirmar que quiere un partido plural pero al que no le hace ninguna gracia que Izquierda Unida aparezca ligado a Podemos, mientras que Iglesias lo considera una parte sustancial del proyecto aunque ambos acordaron poner distancia a una posible fusión, que tampoco cuenta con la unanimidad de la militancia del partido liderado por Alberto Garzón. Y como lucha por el poder de lo que se trata es de limitar o no  el poder del líder dotándoles de prerrogativas o limitándoselas por la decisión de los órganos colegiados.

Y esa forma de organizarse tiene mucho que ver también con la forma de hacer política por semejanza o discrepancia con otros modelos organizativos ya existentes, por si llega el momento de decidir políticas de alianzas. Porque esta es otra de las cuestiones en juego, la elección cuando llegue el momento entre el sorpasso insuficiente y la alianza posible, entre el objetivo de ganar al PP por sus propios medios, difícil de alcanzar hoy por hoy, o tramar  acuerdos por la izquierda, algo que pone de los nervios a Pablo Iglesias y a los socialistas que no son afines a Pedro Sánchez, pero que son los mismos que gobiernan con Podemos en sus comunidades autónomas, en unos lugares con más soltura que en otros, lo que depende no solo de las exigencias de Podemos, sino de su cintura política y del cumplimiento de los pactos alcanzados para desalojar al PP del poder, que era y es su objetivo fundamental.  Quieran o no están condenados a entenderse y solo falta saber quién será subalterno de quien. A no ser que la próxima dirigencia del PSOE de carta de naturaleza a la gran coalición.

Entretanto en Podemos – y en el PSOE también han empezado- llevan semanas dando el espectáculo de la división, la bronca, la falta de respeto entre compañeros y así seguirán hasta que se celebre la segunda Asamblea Ciudadana. Ya no se trata de armar una maquinaria electoral sino de mostrar su verdadera cara, la del miedo o la del acuerdo.

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