Opinión

La responsabilidad de Rosa Díez

Desde que abriera fuego el exeurodiputado de la formación, el catedrático Francisco Sosa Wagner, las voces internas que han pedido un acercamiento entre Unión Progreso y Democracia (UPyD) y Ciudadanos han ido creciendo en la primera formación hasta desembocar en una crisis interna tras los resultados de las elecciones andaluzas, en las que el partido de Rosa Díez ha perdido buen parte del escaso porcentaje de votos que acumulaba en esa comunidad autónoma, mientras Ciuda- danos se hacía con la parte del león de los que han huido del Partido Popular para conseguir nueve representantes.

Entre los ‘críticos’ que le han salido a Rosa Díez se encuentran diputados nacionales, eurodiputados, diputados regionales y candidatos autonómicos que le piden que asuma responsabilidades no solo por el fracaso en Andalucía, sino por lo que ven venir, la práctica desaparición de la representación institucional del partido ante el auge de Ciudadanos y la pérdida de la oportunidad de constituir una formación de centro de carácter nacional con ideas muy similares sobre el respeto al marco constitucional como guía para ordenar la vida del país en todos los órdenes.

Por lo pronto en Andalucía, la suma de los votos conseguidos por Ciudadanos y UPyD habría supuesto contar con tres diputados autonómicos más. Y como en política dos más dos no suman cuatro, la coalición entre ambos hubiera supuesto un mayor arrastre de votos hacia una candidatura conjunta.

En las negociaciones previas entre ambos partidos que derivaron en el desacuerdo, Rosa Díez ha expresado el temor a que entraran en el partido personas que, ante la posibilidad de ‘tocar poder’ no tuvieran acrisolada su condición de incorruptibles, o se quejaba de que las actuaciones contra la corrupción de Ciudadanos no habían pasado de las meras declaraciones, sin concreción en iniciativas parlamentarias. Pero a nadie se le escapa que cada vez toman más cuerpo aquellas críticas a la actuación de Rosa Díez que apuntan a que su negativa al acuerdo obedece a una concepción presidencialista de su partido y a una actitud personalista que ha impedido que las conversaciones llegaran a buen término. La consecuencia es que cada vez más militantes de UPyD, individualmente o en bloque, se pasan a Ciudadanos, que se muestra encantado por acoger a militantes con expe- riencia política. Es más ese sería el gran activo a aportar por UPyD a una coalición: unas estructuras partidarias ya rodadas de las que carece Ciudadanos en muchos lu- gares y que por tanto le darían, incluso, una posición de partida más relevante.

No cabe duda de que el caso de Rosa Díez, que es cierto que hasta ahora ha visto respaldada sus opiniones de forma mayoritaria por la dirección de su partido, tiene un grado de singularidad nunca visto en una formación política dado que prefiere la irrelevancia, o en el mejor de los casos una larga travesía del desierto de incierto final, a la posibilidad de codirigir una fuerza emergente con mayor empuje de la que ella fundó, porque Albert Rivera, en un gesto de generosidad también poco frecuente, sigue con la mano tendida a UPyD. Por esos misterios de la política ocurre que la marca Ciudadanos ‘vende’ aun sin candidatos, y UPyD ha dejado de hacerlo. Y alguna responsabilidad tendrá Rosa Diez en esta circunstancia.

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