Opinión

En la provincia, “sports a la mode”

Foto J. Pacheco 1910. Sección ciclista Ourense Blanco y Negro en el Jardín del Posío. El quinto comenzando por la derecha, Narciso de Cunha.
photo_camera Foto J. Pacheco 1910. Sección ciclista Ourense Blanco y Negro en el Jardín del Posío. El quinto comenzando por la derecha, Narciso de Cunha.

Pero, la verdad era que Emilia Pardo Bazán ya adelantaba que, por la incomodidad que suponía para todos, y en particular para la mujer, con la irrupción del automóvil, aquel invento revolucionario tenía los días contados. Y, lo mismo pensaban otras instituciones. Bien es verdad que por motivos distintos. Los médicos no lo recomendaban. Si bien se robustecían las piernas, pensaban que era un vehículo peligroso. Tampoco el Arzobispado de Santiago lo aconsejaba. Aún menos, tras saber que algunos obispos austríacos ya se lo habían prohibido a los sacerdotes. El Prelado Szathmariense de Hungría en 1894, había elevado su consulta a Roma y el Vaticano le daba la razón, no sólo por los peligros físicos que corrían los sacerdotes sino también por la burla a la que se podían ver sometidos. Sólo cuando su uso se redujo a la actividad recreativa, cambió su opinión. Y ya cuando el franciscano terciario, Bartoli, vencía, en Francia, tras poseer dos campeonatos de Italia, incluso lo “bendijo”.

Sorprendentemente, fue en ese escenario de 1894 en el que nacía la Sociedad Sport velocipédico de Ribadavia. Lo asombroso de esta asociación deportiva era que presentaba, como novedad, no sólo la difusión del deporte del biciclo, si no también la inscripción de mujeres corredoras en sus filas. Era un hito. La prensa recogía la noticia con estupor, a la vez que con incredulidad: “Damas ciclistas en el Rivero de Avia? Avia… Aviados estamos”. No era de extrañar. En ese instante ningún otro club masculino, en el marco nacional, tenía en sus filas a ciclistas femeninas. Luego, en 1897 el Sport Club Tenerife también oficializa un equipo mixto. No es que no hubiese, mujeres ciclistas en España, que sí las había, sino que la mayoría de ellas participaba en competiciones a título individual.

Las revistas, como la editada desde 1896 en Madrid, El Deporte Velocipédico, habían contribuido, sin duda, a generar afición. Relataban las gestas que los ciclistas hacían en provincias. Narraba, por ejemplo, cómo César Bautista y Santiago Álvarez, desde el recién creado club ciclista ourensano, con unas condiciones meteorológicas adversas, de viento y lluvia, habían invertido una hora y cuarto en el trayecto que habían hecho de Ourense hasta Ribadavia. Lo cierto es que, en estas localidades, tratando de imitar a otras villas o ciudades, como Villagarcía, Ferrol, Vigo o A Coruña, comenzó a existir una importante afición por el ciclismo. Bien promovidas por una élite progresista -querámoslo o no, era un ingrediente más dentro del contexto de reivindicación femenina internacional que no dejaba de crecer- o bien por personajes políticos -presidiéndolas honoríficamente alcanzan notoriedad-, se consolida el deporte de la bicicleta. En la misma capital ourensana, ya en 1910, la Sociedad Blanco y Negro F. C., presumía tanto de su sección ciclista, en la que destacaba Narciso de Cunha, un corredor que cubría ese año en carretera sesenta kilómetros en dos horas y veinte minutos, como de su team futbolístico que tenía como presidente honorario al Marqués de Leis.

Era evidente que, en poco tiempo, este último sport, eminentemente masculino, lo invadiría todo. El football, originario de Inglaterra, enraíza en la provincia. En la capital, además de Blanco y Negro, surgen Triunfo, Esporting o Victoria. Competían, a menudo, por el trofeo donado por algún organismo o por una destacada personalidad. Por lo general, los capitanes de los equipos se reunían con antelación para ajustar las reglas de juego. El campeonato de football de las fiestas del Corpus se convirtió en un clásico que, con el tiempo, se fue abriendo a otros equipos de la provincia. Sin ir más lejos, el Avia F. C., que presidía, Pedro Iglesias Rivas, auxiliado, en la sombra, por el diputado Merelles, aparecía inscrito, en 1912, en aquel campeonato provincial, junto al Ourense F. C. y al Estrella F. C. de O Carballiño. Y, a pesar de que no era fácil, la sostenibilidad de estas Sociedades, cuando alguna se disolvía pronto otra ocupaba su lugar.

A veces, ni siquiera una nueva directiva fuerte, como la presidida por Antonio Buján, que tenía como tesorero a Jesús Pousa, y como vocal a Manuel Freijido, era capaz de evitar la desaparición de una sociedad como el Avia F.C. No obstante, al instante, otra, el Unión F. C. de Ribadavia -un equipo muy competitivo, sobre todo en el Xestal-, estaba presta a tomar el relevo.

Es cierto que el football había llegado para quedarse; pero, no eclipsó al ciclismo. En 1933, la Vuelta Ciclista a Pontevedra celebrada en julio, con el primer final de etapa en Ribadavia, era el preludio de la I Vuelta a Galicia. Ésta se disputaba un mes después con final de la primera etapa, esta vez, en Ourense. En ambas, se había impuesto en la meta el vizcaíno Ezquerra. En Ribadavia se ponía el maillot azul de líder, y, el alcalde, Benito Gallego Montero, le hacía entrega de la medalla de oro -el primero ganaba cien pesetas-. En la ciudad de las Burgas sería Maruja Gómez, Miss Ourense, quien le entregaba el ramo de flores. La victoria en la capital ourensana le permitió ser tercero de la I Vuelta a Galicia, que ganaba Cardona. Pronto, se cumplirán 90 años de aquella celebrada victoria.

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