Opinión

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

El PSOE cuenta con un suelo bastante más amplio del que se ha visto en las pasadas elecciones generales, un numeroso grupo de simpatizantes que se quedaron en casa el pasado 20 de noviembre y que volverán a apoyar a esta formación si recupera sus principios esenciales. Porque personalmente considero que el Partido Socialista ha ido perdiendo afectos en los últimos años, no por errores puntuales o por el nocivo efecto de la crisis, sino porque se ha olvidado de algunos elementos que son clave en su ideario, o lo fueron, al menos sobre el papel, en algún momento -el de mayor apoyo popular, por cierto-.

El primero de esos elementos es su carácter integrador. Frente al sectarismo que hemos vivido en los últimos siete años, donde la dialéctica buenos y malos se ha llevado a la extenuación, la esencia de un partido que se denomine socialista debería ser aglutinar esfuerzos, a ser posible sin primar el carné por encima de la valía personal, y por supuesto buscando el bien común del país, en lugar de promover las tensiones entre una y otra región, sea por el agua, por la lengua o por lo que fuera.

El segundo elemento esencial es la búsqueda del reparto de la riqueza y el apoyo a los más débiles de la sociedad, pero en un sentido general. Frente a esto, el PSOE actual ha centrado su discurso y acción de gobierno de los últimos años en defender causas puntuales esgrimidas como bandera por determinados lobbys, como el derecho al matrimonio de los homosexuales o la cuota femenina por decreto -cuando aplicando el principio de valía, es posible que se superara esa cuota-, olvidándose de ese discurso general que le generó tantas simpatías en el pasado. Esos principios, que permitieron a Felipe González hacerse con la mayoría absoluta en su momento, son los que se han dejado en el camino. El problema es si serán capaces de recuperarlos.

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