Opinión

Bibliotecas

Cultura, pensamiento, reflexión, estudio, trabajo, ¡cuánto saber se esconde dentro de cada libro!, ¡cuántas respuestas!, ¡cuántos misterios! ‘Nada se crea ni se destruye, únicamente se transforma’, principio axiomático de la física aplicable a cada uno de los hechos existenciales, lo que nos hace pensar que la naturaleza, a través del hombre, transfiere su conocimiento sobre sí misma a la vida inteligente. El árbol, la tinta, la imprenta, la observación, la imaginación, la experiencia, la abstracción, todo configura el conocimiento almacenado en ‘la biblioteca’. Miles de años, cientos de investigaciones, el pensamiento universal, los miedos, las esperanzas, las creencias, las desesperaciones, las dudas... apelmazadas, comprimidas, transmitidas en clave o sin ambigüedades, en chino, en ruso o en amárico, en cualquier idioma, lengua o código. Miles de mensajes en una Babel infinita, indescifrable unicelularmente, comprensible en el Todo. Roca, papiro, piel o papel...


ebook, pendrive, CD, disco duro... neurona o bit. Unidad indivisible o conjunto armonizado; la mano del hombre, dirigida por el infinito neuronal de un cerebro universal, almacena recuerdos colectivos configurando un complejo saber que se distribuye insolidariamente entre los miles de millones de células renovables que constituyen el ser más destructivo y creativo que forma la Humanidad.


El ‘saber’, el conocimiento limitado, alimento de unos pocos y patrimonio de todos. Tesoro compartido e incomprendido. Objetivo de destrucción y símbolo de libertad. Amparado y protegido por amigos y enemigos. La Biblioteca, pública o privada, peligrosa y liberadora, pero imprescindible en la búsqueda de alguno de nuestros ‘yo’. Web, gratuidad y acceso. Alejandría, un precedente. La inquisición, expresión del miedo. Hitler, Franco, Mussolini, Pinochet, Stalin..., brazo armado de un ejército de ‘Fahrenheit’ 451, que intentaron que la novela distópica de Ray Bradbury se convirtiera en realidad. Actores de un Truffaut diabólico que viven en un infierno de 233 º C.


Recuerdo una anécdota que nos contaba mi tía Julia, en las misteriosas noches estivales, a la luz del fuego de la ‘lareira’ de nuestra aldea de Limeres: ‘Los libros arden muy mal, y cuando estalló la guerra civil tuvimos que intentar destruir gran parte de la biblioteca de vuestro abuelo; empezamos quemando los libros más ‘peligrosos’, pero estábamos escasos de tiempo y un libro tarda mucho en arder; luego decidimos enterrarlos’. (Puedo garantizar que mi tía no habló con Manuel Rivas, él no había nacido cuando ella nos lo contaba.) Esta historia, probablemente se repitió en miles de hogares durante nuestra contienda civil y representa la lucha entre la sabiduría y la estulticia. Hoy la tecnología hace más difícil el trabajo de esos bomberos’, desconozco a qué temperatura se destruye un pendrive, pero la ‘red’ es ignífuga (de momento).


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