Opinión

¡Buenos días!

Eran las 8 de la mañana; el día despuntaba despejado, con una temperatura agradable. El croar de las ranas saludaba al naciente sol. Un solitario caminante se desplazaba con ligero paso tratando de recorrer el máximo espacio en el menor tiempo posible; su mente iba más rápida que sus cansadas piernas. Un pensamiento absorbía su atención; aquella noche había leído unos capítulos de la obra de T.C. Boyle “Un amigo de la Tierra”, y se encontraba deprimido, el planeta está en peligro repetía incesantemente.

Trató de olvidar lo leído observando aquello que le rodeaba, el río, los árboles, la zahorra que iba pisando y el chasquido que se producía, las viviendas unifamiliares que se encontraban a lo largo de la ribera. Todo real, presente y tangible; pero la soledad humana estaba también presente; de pronto, a lo lejos, divisó una figura fantasmal que se movía con lastimosa lentitud. Trató de alcanzarla, pero por más que aceleraba su marcha la distancia con la espectral figura no disminuía. En su loca carrera, tropezó y cayó de bruces, apenas tuvo tiempo de echar sus manos tratando de aminorar el golpe, pero no pudo evitar un fuerte encontronazo contra el duro suelo.

Perdió el conocimiento y un fuerte sopor se adueñó de su inconsciencia, la nada lo envolvía todo. Sin embargo un intenso rayo de luz le devolvió a la realidad; el sol golpeaba su rostro con insistencia, era como si un amigo le ayudara a recobrarse. Mentalmente recorrió cada una de las partes de su dolorido cuerpo, probó a moverse; todo iba bien, los brazos, las manos, las piernas, los pies, la espalda, el cuello, la cabeza, todo parecía responder con sorprendente agilidad. Se incorporó y observó que un pequeño grupo de gente le rodeaba con expresión de curiosidad. ¡Buenos días!, dijo con fuerte voz, dirigiéndose a todos y cada uno de ellos. Nadie respondió, cerró los ojos y los mantuvo cerrados durante unos segundos, cuando los abrió se encontraba solo.

Una extraña sensación invadió su espíritu, trató de serenarse recordando los cinco consejos fundamentales del Reiki, sobre todo el primero de ellos: “Por hoy no te preocupes”. Reinició el paseo y su mente se centró en el deseó de encontrar la felicidad y entonces recordó una frase de Fiodor Dostoievski (creo que en “Los hermanos Karamázov”): “ El hombre debe ganar su felicidad mediante el sufrimiento; es la ley de la tierra”, entonces pensó en los refugiados sirios, iraquíes, afganos, eritreos, etíopes, somalíes, africanos en general. En miles de familias que huyen de la guerra, del hambre, de la enfermedad, de la miseria… Seres humanos que sufren en busca de la felicidad, que sacrifican sus vidas con la esperanza de un mundo mejor.

Vino a su memoria la respuesta de la madre Teresa de Calcuta a la pregunta “¿Qué le hace más feliz?”, a la que respondió: “Ser útil a los demás”. Siguió caminando y no se dio cuenta de la presencia de un anciano, que apoyado en un bastón se aproximaba muy lentamente; cuando se cruzaron, se miraron y con una sonrisa se saludaron dándose los “buenos días”.

Cuando llegó a su casa después de varias horas de paseo y reflexión, decidió escribir el siguiente verso, libre de toda regla y basado en el libro de Chuang Tse:



Él juzga toda la vida, pero no se siente juzgador

Es generoso, pero no cree ser benevolente

Es más viejo que el más viejo;

pero no se considera viejo.

Él mantiene en alto los Cielos y sostiene la Tierra,

creando y dando forma a cuerpos sin fin,

pero no se considera habilidoso.

Esto es lo que se conoce como felicidad Celestial.


Es Tao, si se entendiese no sería Tao, el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga y el que tenga cerebro que piense. Te deseo “buenos días”

Te puede interesar