Opinión

¿Estado fallido?

En el mundo periodístico se considera que un estado soberano puede denominarse fallido cuando se dan entre otras las siguientes condiciones;  pérdida del control de una parte importante del territorio, incapacidad de garantizar los servicios básicos a sus ciudadanos, erosión de su legitimidad en la toma de decisiones, incapacidad de interactuar con otros estados y tener un gobierno desprestigiado y corrupto. Además de esas condiciones básicas, también no existe separación de poderes, los capos de la delincuencia actúan impunemente y en el juego de naipes las sotas subyugan al rey. En estos países los caciques dominan con férrea voluntad sus territorios obligando a sus súbditos a manifestarles su lealtad sometiéndose al dictado de sus deseos, lo que conocemos como voto cautivo. 

El término también se emplea a los  Estados que no son capaces de aplicar sus leyes de manera uniforme, donde se producen altas tasas de criminalidad, corrupción política, mercados clandestinos, ineficiencia o parcialidad judicial todo ello acarrea indefensión y miedo en la población civil.

 En el actual panorama mundial son muchos los estados que en mayor o menor grado podemos considerar fallidos. Los ejemplos más notorios son Somalia, Sudán del Sur, Yemen, Siria…, es muy difícil, yo diría imposible, que un Estado democrático llegue a tal grado de descomposición que falle estrepitosamente en su acción de gobierno. Sin embargo los que reparten los naipes  manejan el juego de tal manera que los poderes fácticos siempre controlan la riqueza y la toma de decisiones al margen de las estructuras formales del Estado.

En España empiezan a darse determinados hechos que nos colocan en la senda de los Estados fallidos: Existen problemas territoriales que amenazan su unidad nacional; la corrupción alcanza niveles escandalosos y afecta en mayor o menos medida a todas las instituciones incluida presuntamente  miembros de la familia del monarca; la justicia se está convirtiendo en un instrumento de acción política; se está desmantelando el estado del bienestar que cubría los servicios básicos; las libertades se ven amenazadas por normas que conculcan derechos fundamentales, el mercado del favor y del nepotismo actúa con inusitada fuerza en las relaciones laborales; la violencia se adueña de calles, plazas y demás lugares públicos; los derechos humanos se quebrantan amparados en el miedo al inmigrante; el fascismo se refuerza sociológicamente… y muchos títulos carecen de rigor académico.

Algo se mueve en el mundo que me intranquiliza por el sesgo que están tomando los acontecimientos; el nuevo ciclo entra arrastrando confusión y caos. El neoliberalismo dominante desprecia los derechos humanos y rinde culto al dinero. Se hace imprescindible un compromiso por las libertades y la justicia social; debemos decir NO a la corrupción moral que empapa muchos estamentos sociales.

Tal vez sea el clima, tal vez sea el cielo gris, o quizás los adioses eternos. Pero hoy no tengo un buen día (a mi pesar).

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