Opinión

"Pro, patria, mori"

El historiador francés Jean Touchard afirmaba: “Que en el alba de los tiempos modernos la idea de morir por la patria recibía su aureola del cristianismo” (no hemos de olvidar que se conocía por patria a finales del siglo X a la diócesis). Por lo tanto morir por ella era hacerlo por una causa sagrada. No es de extrañar, pues, que el líder de Ciudadanos, el ínclito Albert Rivera, solicite al PSOE que se inmole por la gobernabilidad de España y facilite la investidura de Mariano Rajoy. Trata el joven líder derechista -él se autoproclama centrista- de evitar a toda costa que se convoquen nuevas elecciones generales en las que su partido difícilmente alcanzaría los mismos resultados.

Se olvida, o no le importa, que en los cuatro años el gobierno del PP haya aprobado las leyes más reaccionarias de la reciente historia de nuestra democracia: la LOMCE, la ley de seguridad ciudadana (ley mordaza ), la reforma laboral (que facilita y abarata el despido), una subida generalizada de impuestos, el copago sanitario, recortes en educación, sanidad y dependencia y un largo etc. Y lo han hecho con la prepotencia que le daba su mayoría parlamentaria; no han consensuado nada, han gobernado con altanería, han denigrado las instituciones y como colofón se ha generado una corrupción estructural que ha pervertido la esencia de la democracia. Su política económica ha empobrecido a los más débiles mientras aumentaba la riqueza de los más ricos. ¿Cómo es posible que alguien pida a Pedro Sánchez que apoye la investidura de Rajoy o de cualquier otro candidato del PP vinculado con sus reformas?¿Cómo es posible que vetustos socialistas (que dudo que lo sean) sugieran una gran coalición? 

La gran banca, las empresas del IBEX 35, la jerarquía de la Iglesia católica española, las eléctricas, la pseudo aristocracia… tratan de que Pedro Sánchez y su partido se sacrifiquen por el interés común; es lógico que lo deseen pues reforzarían su poder y control, mientras se repartirían los despojos de un socialismo moribundo. 

En la misma línea, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, afirma que los resultados electorales del 20 D son fruto de una sociedad enferma, lo hace como obispo de su diócesis y tal vez esté pensando en necesidad de realizar algún “auto de fe” que purifique las mentes de los réprobos electores de la izquierda pervertida y nada mejor que llevar a la hoguera al hereje Pedro Sánchez, hasta muchos en su partido estarían encantados de eliminar a tan peligroso e incontrolado personaje (sobre todo aquellos que siendo militantes han traicionado a su organización votando a otras fuerzas políticas).

La izquierda tiene la obligación de convertirse en alternativa a la derecha y ha de ser capaz de consensuar una propuesta (en Portugal lo han hecho) que garantice la gobernabilidad de España: No hay que buscar salvadores “de reconocido prestigio”, que al margen de las elecciones se conviertan en adalides de la democracia. Los tecnócratas son en este país un triste recuerdo de los tiempos de la dictadura. Tampoco hay que poner pegamento a las propuestas, ni marcar líneas rojas, ni esperar a vampirizar los despojos de los inmolados por el bien común.
 Ha llegado el momento de los grandes estadistas, de las ideas políticas, del consenso, del diálogo, de la tranquilidad democrática. Desde hace muchos años hay otra concepción del patriotismo; no es una bandera, no es un territorio, no es una lengua, ni una religión; son los derechos del ser humano que deben de salvaguardarse por encima de los símbolos y para ello no es necesario “pro patria mori” 
 

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