Opinión

Promoción del 75, un ejemplo de fidelidad

He tenido el honor de compartir mesa y mantel con algunos de mis ex discípulos de la promoción del 75 del Colegio Sueiro. Mientras comíamos, los recuerdos acudían a mi memoria. El centro estaba regentado por mi madre y mi participación se reducía a impartir actividades complementarias. Publicábamos un periódico con todas las secciones: editorial, noticias, pasatiempos, colaboraciones… Teníamos un grupo de teatro que representó dos obras: “El labrador de más aire”, de Miguel Hernández, en el salón noble del Liceo, y “La viuda de Dupont”, de Luis Tejedor y Enrique Bariego, en el salón de actos de los Salesianos. Impartíamos clase de ajedrez y escuchábamos discos de Paco Ibáñez, entre otras actividades que podíamos denominar “vanguardistas”. El franquismo agonizaba y la sociedad se preparaba para asumir los nuevos tiempos.

Hoy, aquellos adolescentes son hombres y mujeres que superan la cincuentena, y cuando se reúnen conversan animosamente sobre las anécdotas de su época de estudiantes. Sonríen ante las historietas de los viejos tiempos y tienen siempre evocaciones agradables de sus profesoras. Fue una promoción especial, la primera de graduado escolar de EGB. En todos ellos ha quedado marcada una educación participativa y democrática.

La directora, mi madre Paz Sueiro, controlaba la actividad docente con firmeza y dedicación; nada pasaba inadvertido a su férreo control. El centro tenía un merecido prestigio ganado con el esfuerzo de una plantilla de profesoras que trabajaba con tesón en unas aulas masificadas, con ratios de más de cincuenta alumnos. Lo que no impedía una atención individualizada, algo difícil de entender en la actualidad. Era tal el número de alumnos/as que, cuando venía la inspectora, abandonaban el aula y se refugiaban en nuestra vivienda, algo que recuerdan Antón y Victoria. Lo que todos asumen es que se aplicaba la máxima de Erich Fromm: “Educar consiste en que el discípulo sepa hacer uso de sus aptitudes”.

El eje de la reunión es Ovidio Antelo, entusiasta sueirista y activo internauta, él lo organiza todo, conecta con sus ex compañeros, se encarga del menú, busca el restaurante adecuado y mantiene viva la conexión con todos. Es un organizador nato.

En los cuarenta años que han trascurrido desde que esta promoción acabó sus estudios básicos, han sucedido muchas cosas. Casi todas las profesoras se han jubilado otras han muerto, el colegio ha cerrado sus puertas, muchos alumnos de ese grupo son abuelos y el país no tiene nada que ver con el de antaño. Pero hay algo que queda en el corazón de aquellos que han estudiado en el Colegio Sueiro, el agradecimiento por la enseñanza recibida; la generación del 75 es el ejemplo.

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