Opinión

Violencia hormonal

Bernard Shaw afirmaba, en su obra “Hombre y Superhombre” editada por M. Aguilar: “A la Naturaleza no le importa la felicidad, ni reconoce banderas o fronteras, ni mucho menos si la sociedad es feudal, capitalista o colectivista, con tal de que se mantengan en pie las especies”. En ese sentido, la colmena o el hormiguero le parecen tan aceptables como la más utópica de las sociedades humanas, siempre que el instinto garantice la procreación y la vida evolucione en consonancia con la armonía y el equilibrio ecológico (algo que sistemáticamente la civilización humana ha destruido con graves consecuencias para la vida). 

Shaw no se olvida de que el hombre rompe con la regla general del ciclo reproductivo en un intento de controlarlo y explotarlo siempre sin renunciar al placer, a su instinto de supervivencia y a sus intereses de especie. Sin embargo, factores como la propiedad, el consumo, la competitividad, el gregarismo, la globalización y la pornografía, esencialmente inherentes con el capitalismo salvaje, abren el camino al Armagedón final que sucederá en un corto periodo de tiempo. El cambio climático se ha convertido en el talón de Aquiles de una civilización atemorizada, sin objetivos de futuro y vapuleada por un sistema en decadencia.

Ante la crisis de alternativas, algunas personas jóvenes se lanzan a la calle y actúan violentamente contra los fieles servidores de la “norma”, cuando estos tratan de defender el bien común intentando que se dé cumplimiento a las órdenes recibidas en beneficio de la salud de toda la comunidad. La falta de fe en las instituciones crea expectativas donde el ideal de líder es una especie de filósofo-atleta, bien parecido, promiscuo, dominador del sexo femenino y profundamente violento; este perfil de “héroe” está surgiendo en cientos de “fiestas ilegales” en las que los asistentes tratan de evadirse de una realidad que los asfixia y que limita sus ansias de esparcimiento. El alcohol, las drogas, los ansiolíticos… conjuntamente con la fuerza de sus hormonas en plena ebullición, generan un cóctel explosivo que nadie puede controlar. La juventud, huérfana de alicientes que cubran sus necesidades creadas, se revela contra un sistema que les “oprime” y rompe con la alianza establecida entre el Estado y la ciudadanía, creándose un vacío de poder que es fuente de tensión e inestabilidad. En este punto el viejo milenario cree que abrir a la fantasía el mayor campo posible generará un pensamiento individual en el que la tecnología será un soporte adicional a la capacidad creativa y crítica del individuo. 

Podríamos citar miles de ejemplos, pero todos vienen a demostrar una sola cosa: el poder que rige la Tierra no es el poder de la vida, sino el poder de la muerte, y para no sucumbir ante la angustia primaria que crea esta realidad, el ser humano impulsó con esfuerzo el organizarse socialmente, lo que le permitió evolucionar en un ambiente hostil donde la enfermedad, el hambre y la violencia, a pesar de parecer obstáculos invencibles, fueron superados por la solidaridad, la ciencia y la “norma”. Los soportes ideológicos y religiosos han sido esenciales en el establecimiento de códigos conductuales que limitaron la libertad pero permitieron aunar el esfuerzo colectivo en pro de la defensa del grupo y consiguientemente en beneficio del individuo. 

La pandemia del coronavirus pone en evidencia la fragilidad de la humanidad, cada vez más dependiente de la Autoridad, con limitaciones en sus derechos fundamentales, sometida a las reglas del mercado, profundamente estructurada, esclava de la energía y sometida por el miedo y engañada por los nuevos gurús.

Solo faltaría que obligasen a leer el “Manual y agenda de bolsillo del revolucionista (persona que desea eliminar el orden social existente y ensayar otro)”, obra escrita también por B. Shaw bajo el seudónimo de John Tanner , en la que afirma: “Toda persona de menos de treinta años que, teniendo algún conocimiento del orden social existente, no sea revolucionista, es un ser inferior. Y, sin embargo, las revoluciones nunca aligeraron el peso de la tiranía, solo lo trasladaron a otros hombros”.

Ya veremos.

Te puede interesar