Llamar 'ultras' a las personas que defienden el derecho a la vida es uno de los 'mantras' con que la izquierda y una poderosa corte de medios de comunicación trata de eludir un debate serio y racional sobre una de las grandes heridas de nuestra civilización. Algo tan esencial para el progreso humano como es la tutela de la vida humana, ha pasado a convertirse en un elemento básico de la batalla ideológica.
En España esta batalla ha recuperado toda su virulencia ante la decisión del Gobierno de reformar la ley de 2010 que suplantó el derecho de vivir por el supuesto derecho a 'interrumpir' los embarazos en nombre de la libertad de las mujeres.
Ante el espectáculo demagógico que están dando algunos apologetas del aborto al sustituir el debate de ideas y razonamientos por el insulto, la amenaza y la agresión , el Foro de la Familia solicita a los defensores del aborto un poco más de rigor intelectual y de honestidad a la hora de defender sus posturas.
En efecto, quienes no son capaces de dar valor a la vida del no nacido como elemento a considerar en cualquier debate sobre la materia, quienes niegan que el aborto, en el mayor número de casos, constituye un drama para la mujer, demuestran que la realidad de las cosas no les importa y que su único criterio para hacer política es la imposición voluntarista de sus propios prejuicios.
Por otra parte, la defensa de toda vida humana puede ser compartida por hombres y mujeres de cualquier tradición cultural, basándose en la recta razón, en los datos de la ciencia y en lealtad con una conciencia auténticamente humana.
Aquí además la razón natural es sostenida y completada con la certeza de la fe de que el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza, y por ello la Iglesia católica ha proclamado bajo cualquier gobierno o mayoría parlamentaria que toda vida humana es sagrada desde su concepción hasta su fin natural.
Baste para confirmarlo recordar el pronunciamiento del papa Francisco, quien hace pocos días saludaba a los participantes en 'La marcha por la vida' que congregó a miles de personas en Roma y les invitó a mantener vivo el compromiso por la defensa de la vida humana con especial atención a la dramática situación europea.
