Opinión

Minuto 90

Le conocí hace años en un viaje que hizo al valle de Monterrey, de donde son sus ancestros. Allá, en los 60, eran muchos los gallegos que partían en busca de trabajo al País Vasco. La familia de este hombre se afincó en Elgoibar.

José Luis González Vázquez creció allí, muy cerca de Donosti. Lo cierto es que siempre quise hablarle de aquella aciaga tarde. Él rehusó, guardó silencio y desvió la conversación.

Hará dos semanas supe que había venido con su padre a esta tierra. Esta vez sí, me dije, me contará de aquella dolorosa tarde. Ha llovido mucho desde aquel 14 de mayo de 1994.

Sabes, aquel día se acabaron los ansiolíticos en A Coruña. Toda la ciudad lloró con amargura. Todos trataron de limpiarse los ojos frente al mar. Las alas negras de la depresión cubrieron la urbe herculina.

Pero, amigo, te cuento ya. José Luis González fue el guardameta que paró el mítico penalti en el minuto 90 en Riazor. Varias generaciones tienen en su imaginario colectivo aquella escena. Recuerda, era el último partido de Liga y el último minuto. Penalti. Si marcaba el Dépor, campeón.

Ay, aquel equipo de Bebeto, Mauro Silva y Arsenio. Nadie se atrevió a tirarlo. Nadie. Ah, el destino señaló al serbio Djudic. El día ya venía muy amargo para él. Su tierra, Yugoslavia, era un matadero. La leyenda dice que un jugador del Valencia le espetó al oído: “En vez de estar defendiendo tu patria, estás aquí, divirtiéndonos”. El más querido, Bebeto, se escabulló.

Para mi sorpresa, González me habló con naturalidad: “Yo cumplí como un profesional. Lo vi correr triste hacia el balón, lleno de dudas, no había espíritu guerrero en sus ojos. Supe que lo iba a parar. Cualquier portero con oficio lo hubiera detenido”.

Ambos guardamos silencio. Por fin, dice: “No he querido volver a ver las imágenes de mis payasadas de aquel minuto 90. Sabes, años después volví con un equipo de segunda, como ayudante del entrenador. Para mi sorpresa, me reconocieron. Tuve que huir de las pedradas de algunos exaltados. Entendí, el dolor permanecía”.

(He visto muchas veces las imágenes. Los serbios son fríos y mortíferos en el juego. Aquel 14 de mayo de 1994 su tierra estaba en llamas. Quizás ningún jugador le espetó al oído aquella terrible frase. Pero Djudic, la escuchó.)

Te puede interesar