Opinión

Mujer de blues

Ayer la vi al final de un telediario, promocionaba "Que corra el aire”, su nuevo disco. Recupera una canción de otra mujer, la inolvidable Mari Trini, tan atormentada siempre. “Amores se vuelven viejos/ antes de empezar a amar”.

Te hablo de Luz, hermano lector. Ay, cómo me golpearon sus ojos centelleantes. Cuánto me conmovió su mirada. Sus extensas ojeras delatan que ha conocido el dolor. Cierto es el poema griego: “Los dioses tienen envidia de los héroes y se los llevan pronto”. Pero el “gran hado” ordenó: “A Luz, no. Ha de cantar para ese mundo envilecido”. 

El periodista la acosa con preguntas cliché. Luz se lo queda mirando y le espeta: “Estamos aquí de paso, amigo”. Como si ella preguntase a su vez: “Qué sabes, si no que has nacido para morir”. Así es ella, un poco dramática siempre, tan de verdad, tan inmensamente femenina. Cuando la vi por primera vez te juro que esa noche tuve un sueño: ella era la gran sultana de las tierras de la media luna, yo estoy allí cautivo, ella me mira y pregunta: “¿Sabes amar, cristiano?”.

Somos viejos amigos. Allá en los 80 fui letrista suyo. Más bien, ambos escribimos algunas canciones. Hoy que las mujeres toman las calles, he vuelto a escuchar aquella canción tan feminista, “Mujeres”. Hablábamos de chulos, represión y la mujer acosada. Ah, Luz. 

Te cuento. Veo ahora el día en que nos conocimos. Hacíamos un programa de radio, “El Búho”, en el Madrid de la Movida. Cómo encendíamos de rock Madrid a media noche. El director, Paco Pérez Bryan, gran tipo, toda la enciclopedia del rock en su cabeza. Comenzábamos a las doce de la noche. Un día entra ella, todos quedamos fascinados. Aún siento su perfume remoto, sencilla y diosa a la vez. De aquellas, hacía coros para Juan Pardo. Quería que le empujáramos su primer disco, “El ascensor”. 

Cómo es la vida y el amor. “Quién no escribió un poema/ huyendo de la soledad”. Conque allí, en la emisora, quedamos todos boquiabiertos. Pero debe ser cierto eso tan clásico de que a veces nace el amor a primera vista. Paco le preguntaba balbuceante y con arrobo sobre sus canciones. Vi el instante en que nació la magia. Desde aquellos lejanos años 80 hasta hoy, jamás se han separado Paco y ella. 

Me viene a la mente una anécdota. Te la cuento, lector, a día de hoy es divertida. Pero créeme que lo pasé mal. Sucedió que Luz y yo estábamos en su apartamento rematando las letras de un disco. Sería el 82. Terminamos nuestras letras, va ella y me dice preocupada: “Me acaba de llamar el productor y tengo que entregar las canciones ya. Le encargué una canción a Ramoncín, pero sólo me ha mandado la mitad de la letra. No logro localizarlo”. Te juro que todo fue inocentemente. Uno de los dos dijo: “Venga, pues la terminamos nosotros a lo largo de la tarde”. Así fue, no quiero ni recordar el título. Pasan dos días y aparece Ramoncín con su estilo más vallecano de entonces. Cielos, tierra trágame. Hace trizas el papel con nuestro poema. “Urgía y tú estabas desaparecido, Ramón”, alegó Luz, pero el tipo arremetió. Vamos, sólo faltó que sacara una navaja albaceteña. 

Se me va la olla con estas historias. Lo que quiero es recomendarte “Que corra el aire”, de lo mejor de su larga carrera. Llevaba un lustro sin grabar. “Te enseñan los años, que es mejor una caída/ que vivir la nube de otra vida…/ Son pocas las cosas, donde encuentro la verdad”. Furor, coraje, valentía y hechizo. 

Siempre supe que a pesar de tus hits roqueros tú eres una mujer para el blues. Uf, “Piensa en mí”, todavía sube por mi vértebra. Ay, una tarde en tu finca de Boimorto me contaste: “Yo corría feliz por este campo. Los segadores sudorosos hacían su trabajo. Me emocionaban los ojos de las vacas. Era una niña de trenzas y contemplaba cómo llenaban de heno hasta arriba el carro de bueyes. Logré trepar, avanzaba el carro. Allá en lo alto me sentí una reina. Créeme, tuve un flash: vi justo, la misma ropa, los rostros de los músicos, me vi a mí misma en el escenario cantando ‘Negra sombra’. Justo como la primera vez que la canté”.

(Por la ventana veo pasar un inmenso gentío a favor de la mujer. Al lado del Sena leí “No hieras a una mujer ni con el pétalo de una flor”. No es extraño que Francia te ame tanto. Tengo un recado para ti de un francés. ¿Sabes?, coincidí con un profesor parisino en la ciudad, cuando supo que nos conocíamos no cesó de preguntarme cosas de ti. Nos despedimos, me miró pensativo, tal si me revelase un secreto: “Dile que recuerde a Édith Piaf. Es inevitable que versione ‘Non, je ne regrette rien’. Quién no suspirará”.) 

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