Opinión

Mi regalo de navidad

En la tertulia discutimos sobre el hombre del año. Alguien habló fascinado del papa Francisco. 

Hubo nostálgicos que dijeron con respeto el nombre de Fidel. En mi turno propuse a alguien un poco olvidado por los grandes titulares de los periódicos. Sus enemigos lo llaman estrafalario político chiflado, viejo excéntrico. El otro día le escuché una frase conmovedora: “Huyo del consumismo, mire, cuando veo anuncios siento que tratan de robarme mi espíritu”. 

Te hablo de Pepe. Sí, Pepe Mugica, el hasta poco presidente de Uruguay. Cercano, humilde y solidario, circula por las enlodadas calles de Montevideo con su eterno Volkswagen “escarabajo” que compró, ya de segunda mano, en1983. Cómo no lo voy a querer. Da cada día una lección a los políticos de mirada acerada que se refugian detrás de sus mesas de caoba. 

Pepe dona casi todo su sueldo, apenas se queda con un 20 por ciento, “es suficiente para mí”. Vive en una raquítica granja en la afueras de Montevideo. Su casa, cubierta por láminas de cinc. Afirma: “Ahora y cuando era presidente, el momento más feliz del día es el paseo por el campo con mi vieja perra, que solo tiene tres patas. La encontré un día magullada en un callejón y he descubierto que Manuela es un vieja reumática como yo”.

El otro día vi a Pepe en una televisión. Ay, tiene los ojos tiernos, sabios y cansados. La mirada del que ha permanecido cautivo y aislado en una húmeda cueva y que día sí y día no, sentía acercarse con paso lento al verdugo. 

Seguro, conoces su historia: fiel a sus principios, enemigo de la cruel dictadura que asoló Uruguay, anduvo, fusil al hombro, por los montes entre los “tupamaros” en la guerrilla. En la soledad de su cubil carcelario, nueve años dan para pensar. Por fortuna, leyó a los clásicos: “Aquel que tiene miedo de estar solo no es una persona libre; pobre es el que desea mucho, desea más, mucho más y cuando quiere acordarse es un anciano achacoso y enfermo como yo”. Cierto, esto fue parte de su discurso en 2012 ante todos los gobernantes de las Naciones Unidas. Cuentan que llegó al evento con la cara descalabrada. Solo dijo: “Cosas de la vida, presidentes, me caí ayudando a un vecino a construir su casa”. 

Muchos se preguntan cómo llegó a ser presidente de Uruguay. Jamás se cortó un pelo: llamó a Menem mafioso y a los Kirchner, peronistas delincuentes. Hizo una campaña linda, honesta y alejada de la cháchara hueca de sus rivales. 

Recuerdo una película sobre Pancho Villa. En una secuencia, el general le dice a uno de los suyos: “Vete a su ciudad y mírale a los ojos a ver si es un traidor”. Pepe ganó las elecciones porque todos los campesinos leyeron en su melancólica mirada honradez, empatía y lealtad con los que sufren. 

(Una asociación de sabios americanos ha concluido: “El hombre más feliz del mundo es Matthieu , un intelectual humanista, asesor del Dalai Lama”. Como Pepe, propone una sencillez voluntaria, feliz y altruista. 

Ah, Pepe se negó rotundo a vivir en el palacio presidencial: “Cómo voy a abandonar mi casita, mi pozo, de donde saco agua cada día con el caldero y mucho menos a mi Manuela que con sus tres patas da brincos circenses cuando me ve triste.” 

 Ahora mismo tengo su foto en mis manos. Pienso, qué buen regalo de Navidad: Múgica presidente de estos siete mil millones de extraviados que habitamos este planeta doliente.)

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