Opinión

No fue un domingo cualquiera

Hace una semana, un grupo de jóvenes deportistas logró una gesta que muchos, ni siquiera ellos mismos, esperaban. La selección española de baloncesto nos trajo para casa la copa del Eurobasket dando una lección de trabajo en equipo, de perseverancia y humildad que hace mucho tiempo que no se veía. 

Estos magníficos deportistas han acaparado los titulares de la prensa, y no solo la deportiva, durante toda la competición, haciendo si cabe más grande la palabra EQUIPO. 

Un esfuerzo que ha dado sus frutos y que es extrapolable a todos los ámbitos de nuestra vida. El trabajo en equipo no es flor de un día, existe desde que los seres humanos comenzamos a convivir en sociedades; a través de los años, la colaboración, la comunicación y la organización han sido los principios fundamentales para el desarrollo de nuestra sociedad. 

Lecciones como las que nos ha dado este grupo de jóvenes deportistas ponen de manifiesto cuán importante es la unión de las personas para alcanzar un objetivo común, y esto solo se consigue a base de motivación. Para motivar es necesario mover emociones, no se puede motivar desde la lógica. Hay que buscar la conexión emocional y hablar con pasión y la búsqueda de un discurso que lo acompañe. La motivación, en la empresa o en el deporte, continúa posicionándose como el principal ingrediente para el éxito, aumentando la productividad e impulsando el crecimiento. Las personas más motivadas serán las más competitivas ayer, hoy y siempre. 

Las arengas del capitán de la selección española, Rudy Fernández y de Sergio Scariolo durante el Eurobasket nos traen reminiscencias de la mítica “Un domingo cualquiera” del gran director Oliver Stone. Una película que desgrana con crudeza y pasión a partes iguales el mundo del deporte profesional. Con el trasfondo de un equipo de fútbol americano, el director muestra la versión más superficial y oscura del juego, que contrasta con momentos álgidos del film en en donde se plasma lo maravilloso de la esencia del deporte, del trabajo en equipo, de la colaboración para alcanzar unos ideales para conseguir el bien común del conjunto. 

Toda una metáfora empresarial con personajes que interactúan entre sí para llevar adelante un equipo que bien podría ser una compañía que intenta posicionarse como el líder del mercado. Una empresa, en este caso, liderada por un brillante Al Pacino en su papel de entrenador con gran habilidad para gestionar y motivar a sus jugadores. Capaz de conectar, empatizar con las nuevas generaciones y motivarlos. Al Pacino en su rol de Tony D’Amato acaba por adaptarse y comprender que los cambios son inevitables, un líder motivador y espiritual que, como en la vida real, los equipos necesitan para llevar a cabo sus objetivos.

En nuestro día a día, pasamos por momentos complicados cuando necesitamos más que nunca de una voz que nos impulse a seguir adelante. Ya decía Henry Ford, fundador de la compañía de coches que lleva su nombre: “llegar juntos es el principio. Mantenerse juntos es el progreso. Trabajar juntos es el éxito”. Los líderes, en todos los ámbitos de la vida, deben despertar ese espíritu y fomentarlo entre sus equipos ya que lo único que traerán serán resultados positivos.

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