Opinión

Más respeto

La desfachatez de algunos, acaso fruto de una ignorancia e incultura supinas, es enorme. Por otra parte se marginará la fe pero se acude a sus términos, usos y costumbres de una forma cuando menos irreverente. Un ejemplo reciente ha sido la intervención del presidente de la Generalitat, el señor Carles Puigdemont.

(¿Sigue siendo honorable como sus antecesores?) Afirmó sin rubor: “Los diálogos con el Gobierno son como el Espíritu Santo: todo el mundo habla de ellos pero nadie los vio”. Hablaba el president sobre la apuesta por el diálogo expresada en reiteradas ocasiones por el Gobierno español y aprovechó el buen señor para bromear sobre su similitud con el Espíritu Santo. 
Desafortunada, irreverente y ocurrencia de poca gracia, la frase del buen señor arrastrándose por las cancillerías del mundo para cosechar aplausos para su propuesta. ¡La Mare de Deu! Comprensible y benévola absolución para una situación tan complicada como la que atraviesa el pueblo catalán. Pero lo grave es que ese mismo estilo y utilización se usa por doquier y los que lo hacen se quedan tan panchos.

Les explico a mis alumnos que existen pecados formales y materiales. Éstos son aquellos que se cometen sin caer en la cuenta, inconscientemente o por una mala costumbre, sin la plena advertencia de lo que se hace. Para la gravedad de un acto tradicionalmente siempre se dice que hacen falta materia, advertencia y consentimiento, objeto, fin y circunstancias. Eso salvaría a algunos de sus desatinos aun cuando por lo menos signifique una irreverencia o grosería.

También les digo que el miedo, la ignorancia y la concupiscencia, entre otros infinitos factores, disminuyen la gravedad de ciertas expresiones. Pero con todo, al menos por educación y respeto debieran evitarse afirmaciones, expresiones y similitudes como la que comentamos. Imagínense que hicieran una cosa parecida con los símbolos de otras religiones… Pero con los católicos parece que se atreven porque saben de las nulas consecuencias. Moviéndonos dentro de la educación simplemente, habrá muchas blasfemias materiales que distan de la formalidad necesaria para ser graves. Pero dicen muy poco de quienes las profieren. Y es un pecado muy español. En otros países prácticamente ni se les ocurre tamaña ofensa.

Es toda una cultura la que está en juego y una costumbre muy difícil de erradicar. Antiguamente hasta estaba penada civilmente la blasfemia. Aún cuando aquello, dentro de una sociedad laica y permisiva, estaría fuera de lugar, sí que es cierto que la misma sociedad debiera rechazar tales palabras en bien de la cultura y también del respeto a los millones de personas a los que se nos ofende con ellas. Por todo esto pedimos un poco más de respeto para creencias arraigadas dentro del corazón de millones de españoles desde siglos.

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