Opinión

El papa y los abuelos

Les contó el papa dos anécdotas: "Visitaba residencias de ancianos. Ocho meses sin ser visitada por el hijo. Esto se llama pecado mortal, ¿entendido?" "La abuela contaba la historia de un anciano que al comer se manchaba. El hijo decidió apartarlo de la mesa y le hizo una mesita en la cocina, para que comiese solo. Pocos días después llegó a casa y encontró a su propio hijo haciendo una mesa: 'Para cuando tú seas anciano puedas comer allí". "Si no tratamos bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros". "Los jóvenes de hoy serán los ancianos de mañana".

Recoger las frases del Papa hace innecesario cualquier comentario. Quienes nos han criado, educado y mimado necesitan al final de sus días nuestro cariño. Hizo también el papa esta reflexión: "Gracias a los avances de la medicina, la vida del hombre se prolonga, pero nuestras sociedades, a menudo basadas en la eficacia, no han alargado el corazón a esta realidad".

Soy capellán de una residencia de ancianos en Lisboa y podría contar muchas cosas. Pero sobre todo nunca se me olvida cierto personaje ourensano de mucha categoría social en Madrid. Pidió de mil maneras que recogiesen a su madre en un asilo. Allí entró, la dejó y nunca más la visitó. Triste y real con nombres y apellidos. Al pasar para Madrid a veces le dejaba en la portería alguna cosa pero nunca entró. Por eso la insistencia del papa por los ancianos es oportuna y necesaria. Tenemos demasiadas cosas y "compromisos" que nos impiden atender a lo fundamental y cuidar a los ancianos lo es. Se quedarán sin habla y sin memoria pero esa mirada tierna nunca la pierden que es el mejor pago al amor desinteresado.

Recientemente en Dacón me he emocionado en el funeral de mi prima Conchita al ver a sus nietos en un mar de lágrimas portando el féretro y despidiendo a su abuela. Todo un ejemplo en este mundo tantas veces sin sentimientos.

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