Opinión

Dos personas diferentes

Existen en el Evangelio dos personas diferentes que, lamentablemente, a veces sin mala intención se confunden. Una es Lázaro de Betania, el hermano de Marta y María y muy amigo de Jesús que le resucitó después de haber fallecido hacía cuatro días. Un pasaje de gran contenido teológico en el capitulo 11 del Evangelio de San Juan. Una prueba de la divinidad de Cristo que puede dar la vida; y la confesión de la hermana del resucitado cuando manifiesta claramente que está ante el Mesías, el Hijo del Dios vivo en un relato similar a la respuesta de Pedro tras la resurrección de Cristo.
El diálogo en aquella casa de Betania es de los más hermosos del Nuevo Testamento: "Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas'. Jesús le dijo: 'Tu hermano resucitará'. Marta le respondió: 'Sé que resucitará en la resurrección del último día'. Jesús le dijo: 'Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?'. Ella le respondió: 'Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo'. Y Jesús lloró y conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, y le dijo: '¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?'. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: '¡Lázaro, ven afuera!”. Un hecho, el de la resurrección de Lázaro, que ha pasado a la historia como algo fundamental del Nuevo Testamento. Así lo entienden los escriturístas. Revela la divinidad pero también el gran corazón y el sentido de la amistad de todo un Dios hecho hombre, capaz de conmoverse e incluso llorar ante un grave problema de una familia amiga.
Lo utiliza también Gustavo Adolfo Bécquer en la segunda mitad del siglo XIX lo cita en la Rima VII: “Del salón en el ángulo oscuro,/ de su dueña tal vez olvidada, / silenciosa y cubierta de polvo,/ veíase el arpa./ ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas/ como el pájaro duerme en las ramas, /esperando la mano de nieve/ que sabe arrancarlas!/ -¡Ay! -pensé-, ¡cuántas veces el genio/ así duerme en el fondo del alma,/ y una voz, como Lázaro, espera/ que le diga: 'Levántate y anda”!
El otro es la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, o del hombre rico y del mendigo Lázaro. Un pasaje propio y exclusivo del Evangelio de San Lucas (16, 19-31). El evangelista narra esta parábola (un hecho irreal) expuesta por Jesús.
Dos textos bien diferentes. Aquel narra un hecho real mientras en éste se trata de dar una enseñanza partiendo de un hecho imaginario, de una parábola, algo que, por otra parte, solía hacer el Mesías para una mejor inteligencia de quienes le escuchaban. Dar la misma categoría real a ambos pasajes, cuando menos, es faltar a la verdad.

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