Opinión

Tiñen de sangre las calles

Un año más, y en el presente en este día 23 de octubre, la Iglesia Católica recuerda a sus misioneros de manera especial. Esa ingente labor que por todo el mundo realizan hombres y mujeres comprometidos con el mensaje cristiano en muchos casos hasta dar su vida. ¡Y ya son tantos los que derraman su sangre! Precisamente en esta ocasión la llamada de atención se hace bajo el lema recogido de varios pasajes bíblicos, tanto de Abrahán como de San Esteban (Gen. 12 y Hc. 7): “Sal de tu tierra”. Un toque de atención al que muchos, también en esta tierra, han sabido responder generosamente. En la actualidad y sobre todo tras el terremoto de Ecuador, la parroquia ourensana en Jipijapa, con sacerdotes ourensanos al frente, está llevando a cabo una muy meritoria labor.

Misioneros de todo el mundo que acogen y acompañan a personas sin preguntarles por su fe ni por sus costumbres y a quienes ayudan de manera espiritual pero sin olvidar nunca su situación material y social. A todo ello ha invitado siempre la Iglesia y recientemente la exhortación del papa Francisco “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio, 26/11/13) que es una invitación a ser misioneros seguidores de Cristo.

Porque, como recuerda el obispo ourensano: “Cada cristiano, tiene que ser un agente evangelizador de su entorno”. Y apunta una idea fundamental en la carta escrita para este día: “Algunos piensan que el cristianismo es como un adorno que se quita o se pone de acuerdo con las conveniencias del momento. No, el cristianismo es un encuentro existencial y, por consiguiente, algo vivo, que marca nuestro ser y obrar. Por eso se nos recuerda en forma imperativa: sal de tu tierra, es decir, ¡ponte en camino! Vive tu cristianismo dentro de una comunidad, en salida, y así siempre serás misionero”.

Y en esta época es necesario recordar bien alto el sacrificio que están sufriendo los cristianos en ciertas partes del mundo simplemente por serlo. Aunque para algunos “no sea correctamente político” es necesario, en aras de la justicia, señalarlo. Están siendo asesinados, degollados, miles de creyentes por su fe. Hasta el punto de que posiblemente haya más mártires en la actualidad que en las persecuciones de los primeros años del cristianismo, Nerón incluido.

Y de ello son testigos también los misioneros ourensanos que han tenido que huir de tanta masacre. Triste espectáculo el que está dando este mundo del progreso organizando manifestaciones a favor de unos mientras los miles de cristianos degollados por su fe desgraciadamente se silencian. Sacerdotes, religiosas y simples fieles que tiñen con su sangre las calles de muchos pueblos y ciudades. Y esto es la realidad, por muy de demagogos que se nos califique. El mundo, ante las atrocidades contra los cristianos, mira para otro lado. Aquí se pueden construir mezquitas, sinagogas o cualquier clase de templos mientras en algunos lugares se queman y destruyen las iglesias cristianas. Este es el pago a nuestra comprensión ecuménica y en el día del Domund bien estará recordarlo de una vez.

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